¿Frutales o autóctonas? Cerremos la grieta.
Por Alejandro Benatar, con la colaboración de: Amparo Guirao, Ignacio Benítez, y Sacha Laniado contando sus experiencias.
Cuando surge alguna posibilidad de armar un biocorredor de especies autóctonas, muchas veces aparece el planteo de plantar frutales en su lugar. Y aquí estamos en una antinomia sin sentido. Celebramos que haya gente que quiera armar huertas comunitarias y espacios de frutales, y l@s felicitamos si se ponen la actividad al hombro como lo estamos haciendo quienes armamos corredores de autóctonas o defendemos áreas naturales (Figura 1). Producir nuestros propios alimentos es un acto revolucionario y al igual que la preservación de la biodiversidad es esencial para una mejor calidad de vida. ¿Entonces, por qué elegir una u otra? Son actividades complementarias, no antagónicas. Sin embargo, deben estar separadas, no corresponde que los frutales estén en áreas protegidas ni en biocorredores, salvo que sean frutales autóctonos, ya que iría en contra de los principios de preservación de la naturaleza promovidos por las prácticas agroecológicas. Recordemos el impacto que tienen las especies exóticas sobre espacios silvestres (ver “El problema de las especies exóticas” en este mismo blog).
Eso no significa ser insensibles con el hambre, ya que de hecho el hambre y la pérdida de biodiversidad están más emparentados de lo que pensamos, en el marco de un modelo extractivista, que ve a la tierra, a los alimentos y a la naturaleza como una mercancía. Y eso, nos lleva al tema de la publicación de hoy. Más adelante comentaremos la experiencia de una huerta agroecológica y sobre el final hablaremos de dos experiencias de colectivos que revalorizan las especies del monte nativo para alimentación y usos medicinales.
Figura 1. Vista del Área Natural Yrigoyen en el partido de Vicente López, desde su otra margen, retratada por el fotógrafo y naturalista Gabriel Dalinger. Este espacio es preservado por l@s vecin@s de los intentos del municipio por degradarlo.
Desperdicio de Alimentos
Es algo habitual pensar que si producimos mayor cantidad de alimentos, vamos a solucionar los problemas del hambre a nivel mundial. De hecho, ese es el discurso de las multinacionales que promueven el modelo de agricultura industrial con agrotóxicos (perdón, “fitosanitarios”). Sin embargo, hay un error de concepción. No es que el hambre sea un problema de falta de producción de alimentos, sino que es un problema de distribución y acceso a los mismos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alrededor de un tercio de los alimentos en el planeta se tiran (http://www.fao.org/food-loss-and-food-waste/es/).
Este fenómeno se da a través de dos tipos de pérdidas:
1) La llamada pérdida de alimentos propiamente dicha, que involucra a aquella comida que se pierde entre la producción y la llegada al consumidor. Ejemplos de este tipo incluyen pérdida antes de la cosecha, pérdida durante el transporte, falta de acceso de los productores a ferias u otros lugares donde vender su producción, o incluso cuestiones económicas que hacen que el precio pagado a un productor sea más caro que su comercialización, y que por ende dicho alimento no se coseche.
2) Desperdicio de alimentos: Se trata del descarte de alimentos nutritivos y aptos para el consumo, o el uso no alimentario de los mismos. Ejemplos de descarte de este tipo son los alimentos que se tiran debido a características de forma, color que no cumplen con los parámetros de aceptación de l@s consumidores (alimentos con forma fea); productos que se descartan por estar cercanos a sus fechas de vencimiento o alimentos que se echan a perder en comercios y/o domicilios por no consumirse. También a la no utilización de partes comestibles de alimentos, por ejemplo las hojas de remolacha que muchas veces se eliminan en las verdulerías y supermercados (no así en ferias agroecológicas).
El uso no alimentario de los mismos se refiere, por ejemplo a usos industriales no alimentarios, como la producción de biodiesel.
En el año 2017, el secretario de “agregado de valor de la secretaría de agroindustria” estimaba que en Argentina se desperdiciaban 16 millones de toneladas de alimentos por año, a razón de 38 Kg al año por persona. Para ese año, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina estimaba a la indigencia como del 4,4% (unas dos millones de personas). http://www.telam.com.ar/notas/201706/191327-nestor-roulet-desperdicio-alimentos.html
Según el INDEC, las mediciones son bastante parecidas a ese 4,4% de los hogares para el 2017 y para el 2.018 (4,8% de hogares, y 6,7% de personas, y aumentaron al 5,5% de los hogares y 7,7% respectivamente para el 2.019 ) (Figura 2).
Figura 2. Pobreza e Indigencia en 31 conglomerados urbanos de la Argentina para el año 2.019. INDEC, 2019.
Y eso se da a pesar de que en 2019 en La Argentina la producción de alimentos como el trigo y el maíz aumentó respecto de años anteriores. Fuente (http://www.fao.org/giews/countrybrief/country.jsp?code=ARG).
Es una frase comunmente escuchada que Argentina produce alimentos para alrededor de 400 millones de personas, sin embargo no logré encontrar la fuente que da origen a dichos datos, sólo algunos artículos periodísticos, pero no datos científicos en los que figuren los cálculos (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-45303359). Aun así, está claro que la producción argentina alcanzaría para varias veces su población, y por ese motivo, el hambre en nuestro país, es injusto e inexplicable desde un punto de vista racional. En la figura 3 puede verse que para 2017 la producción total de cereales alcanzó un récord histórico en nuestro país.
Figura 3. Producción total de cereales en el período 1961-2017. Fuente http://www.fao.org/faostat/es/#country/9
Soberanía vs seguridad alimentaria.
A pesar de que la producción de alimentos aumenta a valores récord, las cifras del hambre van en el mismo sentido. Y no debemos perder de vista que el hambre es parte del modelo extractivista que desde hace años viene desarrollándose en la región, que disocia la producción de alimentos de las necesidades de la población y que produce “comodities” destinados a satisfacer mercados internacionales. Luciana García Guerreiro y Juan Wahren analizan este fenómeno en un interesante trabajo en el que puede leerse el siguiente párrafo: “Así, la lograda mayor productividad mediante la agricultura industrial y la intensificación tecnológica tuvo como “paradójico” resultado un aumento de las situaciones de pobreza y hambre. Un país como Argentina, que aún hoy logra récords en la producción de alimentos (que alcanzarían para abastecer a 300 millones de personas), registra aún en nuestros días un alto porcentaje diario de la cantidad de personas que no pueden cubrir sus niveles básicos de alimentación y de calidad de vida (García Guerreiro y Wahren, 2016)”.
Y en este sentido tenemos dos posturas respecto de la producción y el acceso a los alimentos, la soberanía y la seguridad alimentaria):
Seguridad alimentaria: “Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana” (Gordillo y Méndez, 2013).
Para quienes defienden el concepto de seguridad alimentaria, el acceso a los alimentos de calidad estaría garantizado aumentando la producción de excedentes exportables de productos altamente competitivos a bajos costos, para generar divisas que le permitan importar los productos que el país necesite. Y volviendo a citar a García Guerreiro y Wahren (2016): “(...) Según esta perspectiva la eficiencia productiva y la liberalización de los mercados permitirían cubrir las necesidades alimenticias de todos los seres humanos.”
Es decir, que para l@s que adhieren a esta postura como la FAO, y l@s defensores del agronegocio, la solución está en producir más, sin entrar en discusiones sobre los impactos que este modelo tiene sobre el medioambiente, la distribución y usos de la tierra, la desigualdad y el bienestar de la población. Tampoco cuestiona a las cadenas de comercialización que aumentan el precio de los alimentos (como los supermercados), ni la propiedad de la tierra y de las semillas (es compatible con la concentración y las patentes). Vendría a ser algo así como que “la mano invisible” del mercado se va a encargar de que produciendo más, las riquezas derivadas del modelo van a llegar a tod@s… (el mismo discurso que venimos escuchando hace décadas por parte de los gobiernos).
Si bien hace alusión a garantizar el acceso en la definición, no cuestiona aspectos relativos a cómo lograr ese acceso, y lo deja todo en manos de la tecnología y el mercado.
La soberanía alimentaria, en cambio tiene en cuenta las características, necesidades, costumbres y saberes de los pueblos, y el uso sostenible de la tierra. Promueve los lazos entre las comunidades y el comercio justo. El foro por la soberanía alimentaría de Mali la define como “el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo” (Declaración de Nyelení, 2007).
Y citando nuevamente a Méndez y Gordillo (2013):
“De acuerdo con The Six Pillars of Food Sovereignty, developed at Nyéléni, 2007 (Food Secure Canada, 2012), la soberanía alimentaria descansa sobre seis pilares:
1. Se centra en alimentos para los pueblos: a) Pone la necesidad de alimentación de las personas en el centro de las políticas. b) Insiste en que la comida es algo más que una mercancía.
2. Pone en valor a los proveedores de alimentos: a) Apoya modos de vida sostenibles. b) Respeta el trabajo de todos los proveedores de alimentos.
3. Localiza los sistemas alimentarios: a) Reduce la distancia entre proveedores y consumidores de alimentos. b) Rechaza el dumping y la asistencia alimentaria inapropiada. c) Resiste la dependencia de corporaciones remotas e irresponsables.
4. Sitúa el control a nivel local: a) Lugares de control están en manos de proveedores locales de alimentos. b) Reconoce la necesidad de habitar y compartir territorios. c) Rechaza la privatización de los recursos naturales.
5. Promueve el conocimiento y las habilidades: a) Se basa en los conocimientos tradicionales. b) Utiliza la investigación para apoyar y transmitir este conocimiento a generaciones futuras. c) Rechaza las tecnologías que atentan contra los sistemas alimentarios locales.
6. Es compatible con la naturaleza: a) Maximiza las contribuciones de los ecosistemas. b) mejora la capacidad de recuperación. c) Rechaza el uso intensivo de energías de monocultivo industrializado y demás métodos destructivos.”
Claramente, el modelo de monocultivos industriales con el uso de agroquímicos y concentración de la tierra, disociado de las necesidades de la población, se contrapone a las prácticas sostenibles y a escala humana promovidas por la soberanía alimentaria.
El modelo de agronegocio dio lugar a una sustitución de cultivos destinados a la producción de alimentos para abastecer al mercado interno por productos destinados a la exportación. Por este motivo se perdió diversidad productiva, generando riesgos para la soberanía, pero también para la seguridad alimentarias de la población (García Guerreiro y Wahren, 2016). En el año 2010 el gobierno lanzó el Plan estratégico Agropecuario (PEA 2). Y dicen los autores antes mencionados:
“Este proyecto deja fuera de consideración sustancial aquellas producciones orientadas al alimento de las poblaciones locales, apuntando principalmente a la producción de alimentos y productos agropecuarios orientados a la exportación sin tomar en cuenta la problemática nutricional que se encuentra “totalmente ausente en el diagnóstico y la soberanía alimentaria y la agroecología difusas en los objetivos; algo similar ocurre con la agricultura familiar, los pueblos originarios y los “consumidores”, como tales, pero sobre todo como ciudadanos” (CaLiSA, 2012). (...) De este modo, las consecuencias ambientales, sociales y culturales del modelo de desarrollo del agronegocio se ven acrecentadas por las metas propuestas por el PEA2 por más que en éste se rescate discursivamente la noción de “seguridad alimentaria”, pues no se tiene en cuenta la provisión de alimentos accesibles y culturalmente aceptables para la población del país y de acuerdo a las particularidades regionales, así como se amplía la frontera agropecuaria y se avanza territorialmente sobre otras formas productivas (campesinos, indígenas, pequeños productores) y sobre bosque nativos” (García Guerreiro y Wahren, 2016).
En lugar de promover prácticas de agricultura familiar y agroecología, las políticas de los gobiernos en los últimos años, profundizaron el modelo extractivista. No es casual que los programas supuestamente destinados a disminuir el precio de los alimentos como precios cuidados, precios esenciales, etc. involucraran acuerdos con sectores concentrados de las cadenas de comercialización como los supermercados, que también son parte del problema (y son los que la juntan en pala), en lugar de promover espacios donde se ejerciera el comercio justo.
Y para ejemplificar aun más que el hambre no tiene que ver con la producción podemos citar un párrafo del Ing. Agrónomo Walter Pengue en el que remarca las consecuencias del agronegocio: “La apertura de la frontera norte de Argentina para la producción sojera, ha derivado en un proceso de deforestación, erosión y desertificación, muy notable en el particulado grueso que puede verse por doquier, en los campos abandonados actualmente por la agricultura industrial más intensiva” (Pengue, 2017)
Atacar el hambre desde el punto de vista individual de la seguridad alimentaria, está destinado al fracaso, si no se resuelven los problemas del derecho colectivo de las comunidades, encuadrados en el concepto de soberanía alimentaria.
Extractivismo urbano
El extractivismo que elimina los espacios destinados a la producción de alimentos, es el mismo que elimina los espacios silvestres. En las ciudades la mercantilización de la tierra da lugar al llamado extractivismo urbano, que busca convertir espacios de alta biodiversidad como humedales y costas en barrios de exclusión social (countries, marinas, clubes de campo, haras, etc.). Esta apropiación de espacios, para destruirlos y venderlos como “amigables con la naturaleza” se da en lugares que históricamente no fueron tenidos en cuenta por el mercado inmobiliario, y que con la connivencia del estado está llevando a una mayor dificultad de acceso a la tierra, pero también a una degradación de las ciudades y alrededores.
La Geógrafa e Investigdora del CONICET, Patricia Pintos, describe el fenómeno de corrimiento de las periferias de las ciudades para el AMBA y la cuenca del Río Luján. La autora analiza el fenómeno de centros cada vez más densamente poblados con viviendas de tipo colmenas, y periferias con barrios exclusivos y una red de servicios destinados a satisfacer las demandas de estos sectores de altos recursos como $hoppings, autopistas, etc. y como que van corriendo los límites urbanos a partir de la degradación de áreas de enorme valor ambiental. “En este orden de cosas, el territorio metropolitano caracterizado hasta aquí por un tejido típicamente compacto pasó a estar conformado por una suma de fragmentos articulados vis-a-vis con el centro de la ciudad a partir de la oferta de las nuevas vialidades que hicieron cada vez más fluidos los desplazamientos entre los extremos. De pronto la ciudad, o mejor dicho sus bordes, comenzaron a ser desplazados de manera continua a partir de la anexión de vastas superficies de suelo rural productivo, y más recientemente –como viene sucediendo desde hace algo más de una década en el norte de la RMBA- la incorporación de espacios de alta significación ambiental como los territorios de humedales de la cuenca baja del río Luján.” (Pintos en Duplat y col. 2017). Y en otro párrafo dice: “Los territorios así planteados se consolidan como lugares de consumo de una élite exclusivamente rentista, donde el territorio y sus atributos –en especial la naturaleza- se transforman en un factor funcional a su lógica, de allí que poco importe el carácter depredatorio que la misma tiene. La fluidez de los intercambios entre el centro y los bordes se produce a costa de debilitar la fuerza de los lugares y los vínculos con el entorno; el eje pasa a estar puesto en el consumo de imaginarios desanclados del contexto. (Pintos en Duplat y col. 2017)”
Pero además, la especulación inmobiliaria, no sólo es ineficiente en términos de crecimiento de las ciudades, sino que eleva los valores de la tierra, al mismo momento que niega a las personas el acceso a la misma. Podemos leer el siguiente párrafo del arquitecto Eduardo Reese:
“Así, cobran impulso dos productos inmobiliarios novedosos para la época: las torres de lujo y los countries o barrios privados. Estos son, respectivamente, un producto de sobre-densificación y otro de sobre-extensión urbanas. A través de los dos instrumentos, el mercado inmobiliario obtiene rentas cada vez mayores, con un impacto profundamente perverso para el desarrollo sostenible de las ciudades. (...) Todo esto tiene efectos muy concretos. Es el mercado quien produce, por un lado, un patrón de ocupación y de densidad excesiva de las aéreas urbanas y, por otro lado, “estira la ciudad” de un modo absolutamente ineficiente desde el punto de vista de la gestión urbana, con efectos de fuerte incremento sobre los precios del suelo. Porque cada vez que el límite urbano se corre, todas las curvas del precio del suelo también se “mueven” a la alza. Por lo tanto, todos los precios interiores a la ciudad crecen” (Reese en Duplat y col. 2017). Otro especialista en el tema remarca que por este tipo de extractivismo urbano “las ciudades pueden no crecer en población o crecer muy poco y crecer rápidamente en desarrollo vertical y en términos de ocupación de suelo periurbano, de suelo rural, etc., compitiendo con usos productivos y reemplazándolos o desplazándolos para el uso de segunda residencia o de nuevas formas de residencia o para usos recreativos de la población urbano-metropolitana” (Ciccolella en Duplat y col. 2017).
Además, las ciudades consumen “más del 80% de los recursos energéticos y el 75 % de los materiales. Consumen y degradan recursos hídricos y biodiversidad al extender su huella ecológica, de carbono, hídrica y de materiales, mucho más allá de sus límites” (Pengue 2017). Esta mayor ineficiencia de las ciudades debido a estos patrones de crecimiento irracional se traduce en una mayor presión sobre los recursos, que en última instancia deriva en impactos que muchas veces exterminan la biodiversidad incluso a enormes distancias. Por ejemplo las represas en Santa Cruz que pueden extinguir al macá tobiano y destruir al glaciar Perito Moreno no son para alimentar energéticamente a la Provincia patagónica, sino para aportar al sistema interconectado nacional, es decir para alimentar el consumo de Buenos Aires, y de la megaminería. https://ahoracalafate.com.ar/nota/10547/llaman-a-audiencia-publica-por-una-nueva-obra-de-las-represas
Es decir, que en las ciudades el hambre, la falta de acceso a la tierra y vivienda, y la destrucción de espacios públicos y/o silvestres y la biodiversidad están ampliamente emparentadas, y por tal motivo, deben ser abordadas de manera global. Por eso es un error resolver problemas habitacionales o de hambre a costa de la destrucción de áreas naturales.
Y ahora que entendimos el contexto global, y sin dejar de recordar el rol indelegable del estado en garantizar la alimentación de su población, volvamos al plano local, a nuestro pequeño radio de acción.
Las huertas urbanas… enseñando a cultivar los propios alimentos
Lejos de la grieta, vamos a comentar el caso de una experiencia autogestiva de huerta agroecológica en Vicente López que respeta la naturaleza y enseña a cultivar los propios alimentos, y que además contribuye con el cultivo de plantas autóctonas para plantar en diferentes espacios. Se trata de la huerta del barrio El Ceibo, y Nacho Benítez nos va a comentar en primera persona acerca de este proyecto:
L@s fundadores de la huerta fueron un grupo de vecin@s que se llamaron Pacha Alli Llaicu, cuyo significado es “sanadores de la tierra” en quechua. Alrededor del año 2003, este grupo de vecin@s de los barrios El Ceibo, Enamour y Espora delimitaron el espacio y acondicionaron el terreno. Ale, Taty, Juan Rocío, Fer, Juli, Ana, Antonio y Quito fueron algun@s de l@s fundadores, que activaron la huerta con senderos y paños. Empezaron a cultivar las plantas comestibles y aromáticas, y la plantación de frutales.
Esta etapa duró algunos años, y luego el grupo se desarmó, quedando desactivada la huerta. En el año 2011, luego del acampe para salvar al bosquecito de San Martín y el Río, que peligraba por los oscuros negociados inmobiliarios del intendente García, un nuevo grupo volvió a activar la huerta. Desde entonces este espacio sigue hasta la actualidad con sus actividades abiertas a la comunidad.
El proyecto permacultural Huerta Orgánica el Ceibo integra 5 ejes principales:
- Alimentación sana-consciente
- Aspectos educativos y pedagógicos
- Autogestión
- Un enfoque de huerta demostrativa
- El principio de las tres R: Reducir, reutilizar, reciclar
Alimentación sana consciente: Habitualmente nos surge la pregunta acerca de qué estamos comiendo. Uno de los motivos de la creación de esta huerta, es contestar esa pregunta y autoabastecerse con alimentos sanos, conocer lo que comemos, y poder decidir no depender de los monopolios de la “alimentación” y grupos empresariales.
En ese camino de aprendizaje y enseñanza se empieza a saber trabajar el sustrato para poder sembrar. Podemos relacionar simbólicamente el sembrar alimentos con sembrar sueños, ideas, proyectos, sentimientos positivos, amor, respeto… Un trabajo más terapéutico para canalizar tensiones, conflictos y así tomar las acciones conscientes. Sabiendo de la genética de las semillas, y trabajando de forma orgánica, se puede llegar a conocer lo que estás comiendo, con sabor muy diferente a los alimentos llenos de agrotóxicos que podemos encontrar en supermercados y verdulerías.
Aspectos educativos y pedagógicos: El proyecto de la huerta tiende un lazo con la escuelita del barrio y trabaja conjuntamente con las maestras y l@s niñ@s, organizando jornadas de huerta, para que ell@s experimenten el contacto directo de sus manos, semillas y tierra.
La idea es que les expliquemos desde chic@s que podemos sembrar nuestras verduras y crear el sentimiento de pertenencia, y que ell@s mism@s pongan semillas en la tierra y vean crecer las plantas.
Figura 4. Vista de la Huerta orgánica del Barrio El Ceibo.
Autogestión: Buscamos trabajar de forma independiente de partidos políticos, y del municipio, provincia y nación. La forma autogestiva de manejo de la huerta, busca poder generar y materializar la huerta, sin esperar que “alguien” la haga por nosotr@s. Se trabaja con materiales reciclados, y a veces descartados pero en buen estado (maderas, macetas, etc.). Así se evita caer en la trampa de que con las ayudas, partidos políticos o municipios quieran poner sus banderas y figurar como autores de nuestras ideas.
Un enfoque de huerta demostrativa: Este aspecto busca demostrar que en pequeños espacios de tierra se puede diseñar el espacio de tal manera como para producir hortalizas y otros alimentos. Cualquier persona con ganas de hacer una huerta puede hacerlo, ya sea en cajones, en tierra, etc.
La idea es contagiar, entusiasmar con las acciones-ejemplo, al resto, y así movilizar y transformar los pensamientos en acciones. Invitamos a embarcarnos en este aprendizaje.
Figura 5. Vista del refugio del Ceibo durante su construcción.
El principio de las tres R: Reducir, reutilizar, reciclar: Esta arista busca hacerse cargo de los residuos generados, y tratar de disminuir la cantidad de “basura”. Tratamos de darle una segunda vida a materiales que normalmente terminarían contaminando en basurales. Por ejemplo botellas que transformamos en regadores o ecoladrillos para la construcción de las paredes del refugio de la huerta. Los residuos orgánicos de alimentos se transforman en compost y se utilizan como fertilizante.
Además se organizan jornadas de limpieza de la costa en busca de material a reciclar, o lo que no se puede reciclar, al menos retirarlo para que no esté contaminando el río y otros espacios. Mediante la acción directa buscamos hacer partícipe a la comunidad y concientizar sobre el grave problema de la basura en el barrio.
Y de yapa: En los invernaderos se generan plantas autóctonas en almácigos, que luego irán a regenerar espacios como el Área Natural Yrigoyen y otras reservas.
Figura 6. Abrazo fraterno en la Huerta.
A recuperar los alimentos autóctonos.
La huerta está abierta a la comunidad. Para contactarse, pueden hacerlo a través de facebook a Ignacio Benitez. O al celular: (011) 15 2716-9112, o acercarse al barrio El Ceibo, al lado de la Reserva de la Lucila en Vicente López.
A recuperar los alimentos autóctonos.
Como pudimos ver claramente no hay una situación de catástrofe que impida que nuestro país produzca alimentos (al margen de que los alimentos producidos no necesariamente son los consumidos por la población, como la soja y otros productos del agronegocio). De hecho existen montones de frutales de especies exóticas en distintos puntos de las ciudades cuyos frutos no se aprovechan, entre ellos naranjos (figura 7), nísperos (Figura 8), moreras (Figura 9), palteros, ciruelos, etc.
Figura 7. Naranjo amargo en el barrio de Villa Devoto. En la cuadra se ven más ejemplares. Foto Graciela Ruiz.
Figura 8. Níspero en el barrio de Villa Pueyrredón. Puede verse una enorme cantidad de frutos desaprovechados en el pavimento. Foto: Graciela Ruiz.
Figura 9. Hojas y frutos verdes de morera. Foto: Graciela Ruiz.
Figura 9. Hojas y frutos verdes de morera. Foto: Graciela Ruiz.
Algunas especies como el níspero y las moras son enormes invasores de áreas naturales por su fácil dispersión de semillas a través de las aves. Algunas especies como los palteros terminan creciendo tanto, que sus frutos se hacen inalcanzables si están en la vía pública.
Pero tal vez sea hora de recuperar los alimentos propios de nuestra región. No es casual que los alimentos ancestrales hayan sido retirados del acervo cultural de nuestro pueblo, ya que la conquista buscó eliminar nuestras raíces. En el artículo “el problema de las especies exóticas” en este mismo blog, analizábamos los factores culturales detrás del predominio de las especies exóticas, pero hagámonos una simple pregunta: ¿Antes de la llegada de los españoles la gente no comía? No es que no existan frutales y alimentos autóctonos, sino que fueron borrados de la tradición, y recuperando el uso alimentario y medicinal de estas especies estamos recuperando una parte importante de nuestra cultura.
Algunos ejemplos de plantas alimenticias nativas:
- Chañar (Geoffroea decorticans) (Figura 10).
Sus frutos (Figura 11) pueden consumirse crudos, o en forma de arrope. Son muy dulces. Además en medicina popular, la infusión de sus hojas y flores se emplea para combatir asma y resfríos; la corteza se utiliza para calmar hemorragias (Ratera y Ratera, 1980). La corteza también es utilizada popularmente para afecciones respiratorias.
Además, el fruto y el arrope también comparte propiedades medicinales: es expectorante, antitusivo y analgésico. El fruto tiene una propiedad adicional que es la de ser anti-inflamatorio.
Figura 10. Chañar fructificando en la ciudad de Tinogasta, Catamarca, en el fondo de una casa.
Figura 11. Frutos enteros y carozos de chañar cosechadas en el Renacer de la Laguna. Foto: Pablo Pulido.
- Anacahuita (Blepharocalyx salicifolius), (Figura 12)
Sus frutos (Figura 13) son comestibles, y muy ricos. Tienen un sabor intenso, con un dejo mentolado (como el de algunos caramelos). Hay que tener cuidado de no morder la semilla, que tiene un sabor amargo. Las hojas son antisépticas, y balsámicas e indicadas para afecciones de las vías respiratorias, toses, resfríos y dolor de garganta (Ratera y Ratera, 1980). Realmente para la congestión no hay como un té de hojas de anacahuita).
- Murta (Myrceugenia glaucescens)
Otra mirtácea, pariente de la anacahuita, de similares características, aunque porte más pequeño. También tiene frutos comestibles. Además la infusión de las hojas es digestiva, antidiarreica y astringente (Lahite y col. 2004).
- Tala (Celtis tala) (Figura 14):
Nuestro viejo y querido tala, con sus ramas en zig-zag y sus espinas. Es un árbol muy noble y de frutos chicos y muy dulces (Figura 15). El pequeño tamaño de sus frutos lo compensa con la enorme cantidad que puede dar y con la rusticidad de esta especie que le permite sobrevivir en condiciones adversas. Las aves son enormes dispersoras de los frutos de esta especie, que suelen defecar cerca de alambrados. Por este motivo es muy común ver talas espontáneos creciendo en estas zonas. Es un elemento central de los talares bonaerenses, junto al coronillo, y de sus hojas se alimenta la hermosa mariposa zafiro del talar (Doxocapa laurentia).
Figura 15. Frutos de tala cosechados en el Renacer de la Laguna. Foto: Pablo Pulido.
b)
- Mburucuyá (Passiflora caerulea) (Figura 16).
La flor del mburucuyá es de una belleza increíble. Sin embargo, no todo el mundo sabe que su fruto es comestible. Se puede comer solo, o en mermeladas cuando está maduro, y en escabeche cuando está inmaduro. Además es una planta medicinal, ya que sus hojas y flores tienen propiedades calmantes.
Es interesante destacar que cuando la planta no está en flor, muchas veces es "arrancada como yuyo", por la misma gente que luego se maravilla de su flor, y nunca se entera de que es la misma planta que eliminó previamente.
Además de sus propiedades medicinales y comestibles atrae a la mariposa espejitos (Agraulis vanillae), así como una enorme cantidad de polinizadores.
a)b)
c)
Figura 16 a) Flor de pasionaria; b) Mariposa espejitos sobre la planta; c) Tintura madre de pasionaria, una de las tantas ofrecidas por aromo natural (Http//: www.facebook.com/aromosaludable/)
- Algarrobo (Prosopis sp.)
A este alimento le dedicaremos un párrafo aparte en breve. Mientras tanto vamos a mirar una figura del algarrobo abuelo en Merlo (San Luis), perteneciente a la especie Prosopis chilensis (Figura 17). Esta maravilla tiene más de 800 años de edad. Lo triste es que hayan talado a los otros algarrobos abuelos que hace siglos lo acompañaban.
Figura 17. Algarrobo abuelo. Foto: Mariela Lanabere.
- Tasi (Araujia sericifera): Tasi se llama a al menos tres especies de lianas que habitan en la Argentina. En nuestra región tenemos a Araujia sericifera (Figura 18), Araujia angustifolia y Morrenia odorata. Al fruto se le llama doca (Figura 19) y se puede comer crudo o cocido.
Figura 19. Doca, para el consumo habría que haberlo cosechado antes, ya que al estar inmaduro no se le forman los pelos que acompañan a la semilla, y hervidas son comestibles. Foto: Pablo Pulido.
- Carne gorda (Talinum paniculatum) (Figura 20). Es una planta de indigenato discutido.
Es una especie que crece abundantemente en terrenos baldíos. Tiene unas flores de pequeño tamaño, de color rosado. Los frutos también son coloridos. sus hojas son comestibles crudas o cocidas.
Figura 20. Talinum paniculatum. Foto: Patricia del grupo de Flora Rioplatense.
- Camambú (Physalis viscosa) (Figura 21)
Pequeña hierba perenne de frutos comestibles. Según Rapopport: "Los frutos se comen crudos, en mermelada, en almíbar o en crema pastelera. Para preparar crema pastelera INCUPO (1994) da la siguiente receta. Una yema de huevo, ½ litro de leche, 2 cucharadas al ras de almidón de maíz o de mandioca (o en su defecto 3 cucharadas al ras de harina de trigo), 3 cucharadas al ras de azúcar y un puñado de camambús. Con un poco de leche fría disolver el almidón o harina y el azúcar. Hervir el resto de la leche y agregarle la mezcla anterior, revolviendo para que no se hagan grumos. Agregar los frutitos y hervir 3-4 minutos. Al retirar del fuego añadir la yema.
Figura 21. Camambú, no confundir con su pariente cercano Physalis peruviana o uchuva, también comestible pero de más al norte.
- Pitanga (Eugenia uniflora) o ñangapirí. Si bien es exótica para la región rioplatense, puede encontrarse bastante cerca, al sur de Entre Ríos. Es otra mirtácea comestible. Los frutos se pueden comer crudos o prepararse en dulces o licores. La infusión de las hojas es diurética, emenagoga, depurativa, digestiva, carminativa y antidiarreica. La decocción de sus hojas cuando se usa para hacer gárgaras es emoliente y astringente (Lahite y col. 2004). Sus frutos, ninguneados en nuestra región son apetecidos en otras partes del planeta, y existen países que los exportan como Surinam cherry (cereza de Surinam).
- Porotillo (Vigna luteola)
Es una planta trepadora anual. Es pariente del poroto, y sus semillas son de tamaño muy pequeño. La planta tiene flores amarillas muy bonitas, y muere durante la estación fría.
- Cina cina (Parkinsonia aculeata) (Figura 22):
Esta especie es de indigenato discutido, es decir, no está claro si es autóctona, o si en realidad llegaba un poco más hasta el norte de la Provincia (recordemos que los invasores españoles, arrasaron con una enorme cantidad de los árboles de Buenos Aires en unos pocos años, y además saquearon y destruyeron montones de registros de todo tipo).
La parte comestible es el fruto, que es consumido por indios de norteamérica tostados, y en etiopía se introdujo y sus frutos inmaduros se comen crudos (Rapoport, 2009). En algún lugar, leí que de sus frutos pueden hacerse pochoclos de cina-cina. Lo probé, y no estaban mal, aunque tendría que afinar la técnica para que se me quemaran menos semillas.
Según Ratera y Ratera (1980) "Las ramas tienen propiedades emenagogas, y las flores y semillas se emplean para las fiebre intermitentes. Las hojas se usan en infusión, como diaforéticas, febrífugas y abortivas."
Además es un árbol muy ornamental.
Figura 22. Cina cina en Vicente López.
- Huevito de gallo (Salpichroa organifolia) (Figura 23)
Puede crecer en forma de hierba rastrera, o de planta trepadora. Es perenne y rizomatoza. Es una planta que crece espontáneamente cerca de alambrados, y baldíos. Su parte comestible es el fruto.
Figura 23. Huevito de gallo. Una planta muy común en alambrados y vías del tren.
Figura 24. Achira amarilla (Canna glauca) en un cantero en Vicente López.
Es una herbácea perenne, con hojas muy grandes, de hermosas flores que pueden ir desde colores amarillos en Canna glauca a rojizos en Canna indica y Canna coccinea. Algun@s autores como Hurrel citan a Canna indica como autóctona, las otras dos son sin dudas rioplatenses. Es una planta de matorral ribereño, y digna de ser cultivada. Bajo ciertas condiciones algunas especies de achiras pueden crecer por encima de los dos metros.
La parte comestible, lamentablemente son los rizomas, pero la planta crece lo suficiente como para poder cultivarla, comer algunas y que sigan reproduciéndose por vía gemífera.
Aquí va una descripción y receta (Rapopport, 2009): "Los rizomas, ricos en almidón, pueden comerse hervidos, a las brasas o fritos (Hedrick 1919, INCUPO 1988). La harina obtenida de los cormos o rizomas sirve para fabricar panes, galletas, tallarines, fideos y bizcochos. De las 55 especies conocidas del género Canna son más de 15 las que poseen rizomas comestibles.
1 kg de cuajada fresca, bien exprimida
500g. de almidón de achira
2 huevos
250 g. de manteca (mantequilla)
Preparación:
Mezclar todos los ingredientes y molerlos juntos
Amasar y dejar descansar un rato
Hacer los bizcochos con la mano, de unos 5 cm
Ponerlos en una asadera enmantecada
Cocerlos en horno precalentado a 300 ºC por unos 10 minutos"
- Suico (Tagetes minuta). Es una planta herbácea anual que puede alcanzar los 2 metros, de muy rico aroma. Es utilizada en la cocina, sobre todo en algunas regiones de Bolivia. La infusión tiene propiedades medicinales. “Tiene propiedades estomacales, carminativas, diaforéticas y diuréticas. Además se emplea para combatir parásitos intestinales (Ratera y Ratera, 1980).
-Tutiá o revientacaballos (Solanum sysimbrifolium): No deben asustarse por el nombre, ya que dicha toxicidad no es tal para human@s (tal vez sí lo sea para centauros, pero son seres mitológicos, y por lo tanto tan irreales como las sirenas y la mano invisible del mercado). Los frutos cuando están verdes, sí presentan cierta toxicidad, aunque maduros son comestibles. Además es una planta increíble para delimitar canteros por sus espinas, y por sus hermosas flores que atraen mariposas nocturnas y abejorros (Figura 25).
Además creo que si a una planta le cabe el emblema de rústica es a esta, que suele crecer en tierras calcáreas y modificadas. Es una planta bianual, y suele morir al cabo de dos años.
Figura 25. Revientacaballos en cantero de vereda en Vicente López.
Vinagrillo (Oxalis sp.) (Figura 26)
El vinagrillo, también llamado macachín es una herbácea de hermosas flores y hojas parecidas al trébol. Puede comerse en ensaladas y tiene un sabor levemente avinagrado, como el de una ensalada condimentada. La planta crece habitualmente espontánea, en la figura puede verse compartiendo maceta con un ombusillo (Phytolacca tetramera), hoy felizmente plantado en la reserva el Renacer de la Laguna, de la Facultad de Agronomía de la UBA.
Figura 26. Vinagrillo (Oxalis sp.) en maceta compartida con un ombusillo (Phytolacca tetramera), este arbusto (el ombusillo) hoy está plantado en la reserva El Renacer de la Laguna.
Habitualmente se llama Quinua o quinoa a distintas especies del género Chenopodium. Sin embargo Chenopodium quinua es la que más comunmente conocemos. Es una planta típica de la puna, con distribución en Perú, Chile, Bolivia y parte de nuestro país en las provincias del noroeste. Es una planta muy nutritiva, y cultivada por pueblos originarios de la región andina como alimento desde hace por lo menos 5.000 años (Vega-Gálvez y col. 2010).
Según Rapoport (2009) "Las hojas y tallos tiernos se comen crudos o cocidos de forma igual a la espinaca o acelga. Sin embargo se aprecia aun más por sus semillas que se cuecen y preparan como el arroz. Muy nutritivas, contienen hasta 23% de proteínas con buena proporción de aminoácidos esenciales. Como la cubierta exterior contiene saponinas, las semillas deben lavarse antes de cocinarlas. Pueden tostarse y molerse para hacer harina para panificación, para agregarse a las sopas, tortillas, panqueques o infladas como pochoclo. También para preparar chicha". Al margen de que lo que más se consuma sean las semillas, las cáscaras y el resto de la planta, e incluso las plantas que no llegan a semillar pueden utilizarse como especies forrajeras para las llamas (autóctonas), y para caprinos, ovinos y bovinos (animales exóticos). (González y col. 2016).
Lo interesante de la planta es que puede crecer en suelos pobres, salinos, resiste condiciones de heladas, altas temperaturas, sequía, alcalinidad del suelo (Vega-Gálvez y col. 2010). Sus semillas son fácilmente conservables y transportables sin necesidad de refrigeración. Sin embargo, la planta es considerada un pseudo-cereal, para diferenciarla de los cereales tradicionales, de menor valor nutricional que la quinua. El valor biológico de las proteínas de la quinua es elevado aportando una enorme cantidad de aminoácidos esenciales, poco presentes en otros vegetales. La rotación papa-quinua en la región andina sirve para preservar los suelos y cortar el ciclo de varios patógenos de ambos cultivos (Vega-Gálvez y col. 2010). Además la quinua es rica en calcio, hierro, zinc, magnesio y manganeso, y en vitaminas del complejo B, en vitamina E, que le provee propiedades antioxidantes. Por otro lado, es apta para celíac@s por carecer de gluten, y apta para diabétic@s, ya que presenta bajas concentraciones de glucosa y fructosa (Vega-Gálvez y col. 2010).
A pesar de ser un alimento enormemente nutritivo, al ser local, la planta fue combatida y tratada como maleza, para plantar especies de menor valor nutricional, hasta que se puso de moda. Y recién ahí empezó a valorizarse.
Entonces, tal vez es hora de que empecemos a revalorizar a las especies locales, tanto a aquellas alimenticias, medicinales, y a aquellas que no tienen un uso específico para las personas, pero que son parte de un ecosistema, mucho más importantes que nuestra especie. Existen frutales nativos como el chañar, algarrobo que alguna vez fueron elementos centrales en la alimentación de los pueblos originarios de nuestro país.
El algarrobo. La trampa del algarrobo europeo.
Los españoles denominaron algarrobo a varias especies americanas del género Prosopis sp. por su parecido con Ceratonia siliqua, una especie del mediterráneo que también da vainas comestibles. Algarrobo deriva del árabe "al carob", que significa "El Árbol". Curiosamente, en el noroeste argentino a nuestros algarrobos los llamaban Takku, que en quechua significa "El árbol", y los guranaíes lo designaban como ibopé ("Árbol puesto en el camino para comer") (Demaio y col. 2002).
La algarroba (de las diferentes especies del género Prosopis sp.) es utilizada en la alimentación en el continente americano desde hace más de unos 8.000 años (Vilela, 1996). Pero no casualmente recién se incorporó al código alimentario argentino en el año 2010. Sin embargo, prácticamente todos los pueblos originarios de la Argentina (y varios de lo que hoy es Bolivia, Chile, Perú y Paraguay) salvo los del sur de la Patagonia, tenían a las algarrobas como un elemento central o secundario de sus economías y muy importante en su alimentación (Demaio y col. 2002). En la región chaqueña algunos de los pueblos que lo utilizaban (o utilizan) son los chaná, los humahuacas, los comechingones, los mocovíes, churiganos, chané y los qom (Vilela, 1996).
Según el código alimentario: “Con el nombre de Harina de algarroba, se entiende el producto de la molienda de las semillas
limpias, sanas y secas del algarrobo blanco (Prosopis alba Griseb) y/o algarrobo negro
[Prosopis nigra (Grisebach) Hieronymus] y/o Prosopis chilensis (Molina) Stuntzemend. Burkart
y/o Prosopis flexuosa (DC)."
Y “Con el nombre de Harina de fruto (vaina completa con sus semillas) de algarrobo, se entiende
el producto de la molienda de los frutos completos limpios, sanos y secos, del algarrobo blanco
(Prosopis alba Griseb) y/o algarrobo negro [Prosopis nigra (Grisebach) Hieronymus] y/o
Prosopis chilensis (Molina) Stuntzemend. Burkart y/o Prosopis flexuosa (DC).
El producto deberá rotularse como: harina del fruto de algarrobo, indicando la/s especie/s que
corresponda/n.”
El fruto del algarrobo puede verse en la figura 29.
Sin embargo, en las dietéticas lo que venden como harina de algarroba, es a lo que el código alimentario denomina "Con la denominación de Harina o Polvo de vaina de algarrobo europeo, se entiende el
producto obtenido por la molienda fina de las vainas decorticadas, sanas y limpias, desecadas o
deshidratadas, del fruto de la Ceratonia silicua L."
En la gran mayoría de las dietéticas venden a la harina de vaina de algarrobo europeo sin avisar que se trata de la misma. Lo mismo pasa en panificados industriales, en los que no se aclara que es el algarrobo europeo.
Volviendo a los algarrobos, son especies de una madera muy noble, que además nos brindan enormes cantidades de alimento. La sombra de un algarrobo grande o de su pariente el caldén (Prosopis caldenia) es impresionante. Sus flores son melíferas y sus frutos además de alimentos son buenas forrajeras. Pueden guardarse durante más de un año en condiciones apropiadas (Demaio y col. 2002).
Por si fuera poco los algarrobos son especies muy rústicas que piden muy poco a cambio, sólo abundante sol, ya que son heliófilas, y aguantan condiciones de sequía extrema, ya que están adaptadas a dicha condición, y por lo tanto hacen un uso mucho más eficiente del agua.
La siguiente foto (Figura 27) abrazado a un algarrobo (creo que Prosopis alba) me la tomaron en un viaje por Fiambalá, Catamarca. Ahí el dueño del lugar me comentaba su experiencia con los algarrobos, cuyas vainas utilizaba para alimentar a sus llamas. Y también contó que plantó dos paraísos para dar sombra por considerarse de crecimiento rápido. La manguera fija que utilizaba para regar a dichos árboles tenía un pequeño agujero, muy cerca de donde estaba creciendo un minúsculo algarrobo espontáneo. Para su sorpresa el algarrobo superó en tamaño a los otros árboles Es así que un árbol considerado de crecimiento lento (en condiciones naturales), puede aumentar considerablemente su velocidad si se les dan las mismas condiciones que a los árboles comerciales.
Figura 27. Abrazo de algarrobo en Fiambalá.
Figura 28. Algarrobo en Ciudad gris.
Este es un árbol que realmente podría aportar a la soberanía alimentaria, y al final vamos a ver una experiencia en tal sentido. En la región ribereña de Buenos Aires sólo crece Prosopis alba en talares de albardón y probablemente Psosopis flexuosa en menor medida. Prosopis nigra es de indigenato discutido, aunque probablemente no llegue hasta nuestra región, y Prosopis affinis (ñandubay) es una planta que puede encontrarse creciendo espontáneamente en localidades como Zárate, Campana y que también es de indigenato discutido. Hay un ñandubay enorme creciendo en la zona ribereña de Vicente López, aunque ignoro si es espontáneo o si fue plantado.
Figura 29. Vaina y semillas de algarrobo blanco (Prosopis alba). Puede verse a una de las semillas germinada. Fue previamente escarificada y puesta en un germinador.
A cultivar algarrobos como frutal autóctono: Eso sí, cuidado... No deben cosecharse semillas que no sean locales, ya que la planta forma híbridos interespecie. Esto es así porque el género Prosopis divergió evolutivamente hace relativamente poco (en términos evolutivos), y mantiene cierta compatibilidad interespecie. Cuando uno transporta semillas de otras regiones, puede estar trayendo híbridos con fenotipos muy similares a las especies locales, que en la práctica son como si fueran exóticas. Los híbridos existen naturalmente, pero entre las especies autóctonas de una región dada y con posibilidad de polinizarse entre sí.
Y menos que menos traigan especies de Traslasierra, Córdoba, donde Prosopis alba cohabita con Prosopis caldenia, Prosopis flexuosa, Prosopis chilensis y Prosopis nigra entre otras. A continuación podemos ver una lista de híbridos putativos de la Argentina descriptos por Hunziker y col. (1986). Los híbridos son capaces de producir semillas fértiles, e incluso hay híbridos formados por 3 especies diferentes (Hunziker y col. 1986).
P. affinis X P. alba
P. affinis x P. nigra
P. affinis x P. ruscifolia
P. alba x P. fiebrigii
P. alba x P. flexuosa
P. alba x P. hassleri
P. alba x P. nigra
P. caldenia x P. flexuosa
P. chilensis x P. flexuosa
P. flexuosa x P. alpataco
P. flexuosa x P. nigra
P. hassleri x P. alba
P. hassleri x P. fiebrigii
P. hassleri x P. nigra
P. hassleri x P. fiebrigii x P. alba
P. hassleri x P. ruscifolia
P. nigra x P, alba
P. nigra x P. flexuosa
P. nigra x P. hassleri
P. nigra x P. ruscifolia
P. pallida x P. juliflora
P. ruscifolia x P. alba
P. ruscifolia x P. fiebrigii
P. ruscifolia x P. hassleri
P. ruscifolia x P. nigra
P. ruscifolia x P. vinalillo
En la región rioplatense deberíamos encontrar híbridos naturales de P. alba x P. flexuosa si nos basamos en su distribución, y también P. affinis x P. alba. Recuerden nuevamente, que las semillas colectadas de algarrobo deben ser de localidades cercanas al lugar donde vamos a plantar. No viene mal reiterarlo para no volver a cometer un error que probablemente muchos hayamos cometido.
Menos cemento, más alimento.
Creciendo espontáneamente existen muchas especies de altísimo valor alimenticio y medicinal. Y acá debemos hacer una aclaración. Las especies autóctonas deseamos que sigan presentes en nuestra región, y por lo tanto, debemos hacer un uso sustentable de las mismas, cultivarlas, y no actuar de manera predatoria, ya que muchas veces esa es la causa de que una especie desaparezca o reduzca sus poblaciones. Y debe ser remarcado nuevamente, debemos cultivarlas y preservarlas para hacer un aprovechamiento sustentable de las mismas. Las especies exóticas espontáneas en cambio, sí podemos agotarlas, sobre todo si son muy invasivas, ya que su presencia en la región no es deseable. No es correcto el concepto de utilización predatoria de una especie exótica, ya que son especies ajenas a nuestra región. Es un hecho desafortunado que los municipios sean tan propensos a sepultar todo espacio donde crece la vida bajo una capa de cemento, o a pasar la bordeadora.
Al respecto, el investigador Eduardo Rapoport (lamentablemente fallecido en 2017) escribió un libro muy interesante llamado Malezas comestibles del Cono Sur y otras partes del planeta. En este libro, su autor nos explica que según estudios, en la zona de lo que hoy es Dinamarca, en la antigüedad, se consumían una variedad mucho mayor de plantas de la que actualmente se consumen y nos habla de que según cálculos hay más de 60.000 especies de plantas a nivel mundial que serían comestibles, y que culturalmente no las aprovechamos a pesar de que muchas de ellas tienen mejores propiedades nutritivas que las plantas habitualmente cultivadas (Rapoport y col. 2009). El tema está en dejar de verlas bajo el concepto de malezas. En primer lugar, reconociéndole el valor a las especies espontáneas autóctonas, tengan “utilidad” para l@s human@s o no, y en segundo, dejando de intentar eliminarlas con bordeadoras, herbicidas y demás productos que deberíamos desterrar (Figura 30) (ya discutimos el tema en el artículo “El Pastizal Pampeano. Erradiquemos a la bordeadora” y “las mal llamadas malezas” en este mismo blog.
Segunda aclaración: Se debe conocer a la planta antes de comerla. Existen plantas adventicias sumamente tóxicas como la cicuta (natural no es sinónimo de inocuo). Segunda aclaración: No comer plantas que estén creciendo en suelos contaminados.
Figura 30. Polímero abominable utilizado por los municipios para que no crezcan herbáceas. Foto María Angélica Di Giacomo.
Cabe destacar que buena parte de nuestra región corresponde a la ecorregión pastizal pampeano. Si hubiera menos cemento y si se respetaran áreas como los corredores correspondientes a las vías del tren en lugar de cementarlos, podríamos ver una enorme cantidad de especies que hoy en día son raras de ver, algunas de ellas comestibles, otras de importancia ecológica.
Con esto no se está haciendo una romantización del hambre, pidiendo que nuestra alimentación se base en herbáceas espontáneas comestibles, sino que busca generar conciencia en cómo fuimos perdiendo conocimientos sobre la naturaleza, y cómo fuimos naturalizando que se degrade el ambiente de tal manera de poner en peligro ecosistemas bajo una capa de cemento. Ya ni siquiera los corredores de las vías del ferrocarril se respetan. La educación ambiental es una herramienta fundamental para empezar a revertir estas situaciones.
Además eso va a hacer que perdamos esa ridícula pretensión antropocentrista de especie dominante que todo lo destruye, y tal vez podamos pasar a una etapa en la que valoremos la naturaleza sin necesidad de esperar algo a cambio.
Y ahora dos ejemplos de experiencias colectivas, de re-valorización de alimentos y plantas medicinales autóctonas contadas por sus protagonistas.
Experiencia de Viva el Monte (por Sacha Laniado)
Viva el monte es un proyecto familiar de la provincia de Córdoba. Desde hace más de 10 años se propuso la producción de alimentos en base a los frutos del monte nativo cordobés, para luego extenderse al aprovechamiento y cosecha en provincias cercanas como la Rioja o Catamarca. Su principales productos son elaborados con los frutos del árbol del Algarrobo dulce (Prosopis flexuosa), con los cuales elaboran el polvo o harina (cruda), el torrado (simil café) y el arrope. Además de este árbol frutal nativo, trabajan con otros menos conocidos pero también abundantes e importantes como pueden ser el Chañar (Geoffroea decorticans), el Piquillin (Condalia microphylla), el Mistol (Ziziphus mistol) o la misma Tuna (Opuntia sp.). Luego de años de investigación, cosecha y producción han llegado a comercializar alimentos de Alta calidad nutricional e inmejorable sabor, lo cual ayuda a difundir las virtudes de los alimentos Nativos de una forma responsable y efectiva. Su propuesta consiste principalmente en la reconstrucción de una cultura Americana respetuosa del ambiente, en base al correcto aprovechamiento de la biodiversidad autóctona a través de la recolección manual de los frutos, con baja o nula intervención. Para esto cuentan con un fuerte enfoque social, trabajando con las comunidades locales en empoderamiento, capacitación y generación de trabajo digno, promoviendo la recolección de estos alimentos subestimados e invisibilizados. Desde hace dos años, han unido fuerzas con otro proyecto similar llamado Cerro del cóndor, especializado en la producción de hierbas con el mismo espíritu de preservación productiva. Juntos logran conformar una propuesta integral de alimentos y medicinas del Monte Nativo en Capital Federal, lo cual ayuda y fortalece a ambas a la hora de comercializar y distribuir estos productos poco conocidos aún. Por último destacamos el potencial de este tipo de emprendimiento en cuanto la provisión de semillas con fines viveriles y de reforestación. Desde hace algunos años, se comenzó a valorar y separar parte de la semilla resultante de los procesos productivos, con el fin de fomentar la reproducción de las mismas, lo cual ha dado como resultado una gran disponibilidad de simiente de estos árboles frutales.
Video documental de la campaña de cosecha 2017: https://youtu.be/beCIf-lmHbs
Figuras 31-35. Secuencia fotográfica del proceso de cosecha de algarroba en el monte cordobés.
Más información: http://www.traslasierraecofusion.com.ar/
Experiencia de Aromo natural (Por Amparo Guirao)
Figura 36. Flor de pasionaria (Passiflora caerulea).
Aromo Natural es un emprendimiento que surge de la búsqueda de volver a la medicina proveniente de las plantas. Producen tinturas madres y aceites naturales y también generan huertas con plantas medicinales para fomentar la producción orgánica. Usan todo tipo de plantas pero promueven y valoran el uso de plantas nativas de la región como pasionaria o carqueja.
mail: aromosaludable@gmail.com
facebook: facebook.com/aromosalusable
instagram: aromo.natural
A modo de cierre...
Existen muchas experiencias de colectivos defendiendo espacios silvestres, así como experiencias autogestivas para la producción de alimentos. Lejos de estar enemistad@s debemos caminar el mismo camino para lograr vivir en un ambiente donde podamos disfrutar de la naturaleza, comer alimentos sanos, y recuperar aspectos de nuestra cultura y de nuestras raíces que fueron borrados. Eso no significa dejar que el estado se haga el sota a la hora de garantizar derechos indelegables. Vamos por más reservas, por más biocorredores de especies autóctonas, por más huertas comunitarias, por más espacios de encuentro, y movimientos en defensa del medioambiente.
Estamos en una situación crítica a nivel ambiental, y frenar el extractivismo debe ser la prioridad. El bienestar está antes que el dinero; y el derecho al ambiente, a la alimentación y a la biodiversidad es algo que debemos defender activamente de manera indelegable, por nosotr@s y por las futuras generaciones.
Mientras más seamos quienes andemos el camino junt@s, más chances hay de lograrlo. Por ahora empecemos poniendo nuestro granito de arena, pero sin perder el horizonte de que el cambio no es individual, sino la suma de millones de aportes. Demos el primer paso.
Bibliografía:
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/capitulo_ix_harinas_actualiz_2019-07_.pdf
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Hola, ¿Utilizan especies autóctonas para el armado de sus jardines verticales?
ResponderBorrarSaludos,
Hola. Puedo decir que en el Valle de Traslasierra también está P. torquata, P. alba var. panta y algún que otro Prosopis más. Es demasiado complicado distinguirlos debido ya que se hibridan demasiado más de lo que se imagina. A lo sumo puedo diferenciar bien a P. chilensis y especialmente a P. torquata, pero el resto de especies son bastante complicadas. ¡Saludos!
ResponderBorrarGracias por el aporte. ¿Consumen los frutos de P. torquata y de los demás Prosopis que no son P. chilensis, P. flexuosa y P. alba?
BorrarSaludos,
Alejandro.
Hola. Que sepa la gente no los come aunque tienen algo de parte dulce, y los caballos y vacas los comen pero bastante poco. En general los consumidos son los frutos de P. alba, P. nigra. P flexuosa, P. chilensis, aveces P. caldenia y alguna que otra especie que tenga una vaina que "se deje comer". Supongo que también se debe a lo frecuente de la especie, ya que si bien el tintitaco tuvo sus épocas de ser muy común actualmente está muy diezmado debido a su madera y lento crecimiento. ¡Saludos!
BorrarExcelente articulo y muy completo. Tengo la idea de ir al noa este año a visitar a mi familia y tratar de reproducir la mayor cantidad de autóctonas posibles. Gracias por la info me ayudó muhcisimo y valoro que tengan los nombres cientificos, y referencias a las fuentes. Siga así!!
ResponderBorrarHola. Suerte con eso. En el NOA tienen algunas especies interesantes, pero muchas especies también están acá. Por ejemplo el algarrobo y el chañar son árboles, así que una vez que ya empezaron a dar frutos, no hay que darle mayor cuidado y producen en cantidad todos los años. Hay cactáceas nativas rioplatenses, frutales como la murta, y lógicamente el tala.
BorrarTodo un mundo por explorar.
Saludos, gracias,
Alejandro.
Amo esta entrada, estoy transicionando a huerta de nativas bonaerenses. Gracias!!
ResponderBorrarEl otro día encontré un camambú en un baldío, con sol da frutos a patadas.Coseché bastantes. Es una excelente opción si tenés buen sol.
BorrarSaludos, suerte con esa transición,
Alejandro.