jueves, 27 de agosto de 2020

OGM - Transgénicos y otras yerbas. ¡Genética para principiantes! (Parte 1)

Organismos Genéticamente Modificados (OGM) - Transgénicos y otras yerbas

Por Alejandro Benatar. 


En este artículo vamos a ver qué es un organismo genéticamente modificado, las implicancias de algunos de ellos en la salud y por supuesto, como corresponde a esta página, su impacto sobre la biodiversidad y experiencias de colectivos que defienden el medioambiente para frenar la destrucción de la naturaleza. En este caso colaboran de su propia pluma Unid@s por la Vida y el Medioambiente contándonos su experiencia para frenar el puerto cerealero. También se mencionan otras experiencias. Aclaro que el artículo es largo, así que voy a separarlo en capítulos para facilitar su lectura. La primera parte consta de los capítulos 1 al 5; la segunda del 6 al 10. 


Capítulo 1 ¿Qué es un transgénico? ¡El mito de la Quimera!


En la mitología griega existe una criatura llamada quimera, formada por partes de diferentes animales, y que además posee un aliento ígneo. Robert Graves, mitólogo que dedicó años de su vida al estudio de los mitos griegos, lo describe de la siguiente forma: "Era un animal solemne de forma compuesta que tenía (como indica Homero) cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente (...)". El semidiós Belerofonte la mató montado en el caballo alado Pegaso, otro ser compuesto por parte de diferentes animales (Graves, 1996). En la Figura 1 puede observarse la foto de una escultura de la quimera de Arezzo, que se encuentra en el museo arqueológico de Florencia.


Figura 1. Quimera de Arezzo .Fuente de la imagen: De I, Sailko, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=20060005


¿Y qué tiene que ver un transgénico con seres mitológicos formados por partes de diferentes animales? A decir verdad esa misma analogía podemos aplicarla a los organismos transgénicos. Un transgénico es un organismo al que le fueron introducidos genes (“fragmentos”) de otros organismos.


El ADN, el idioma universal… copiando y pegando.


En todos los seres vivos (salvo algunas excepciones como virus de ARN), el ADN es la molécula donde está almacenada la información para el desarrollo y mantenimiento del organismo. Cada molécula de ADN está formada por millones de nucleótidos unidos covalentemente a través de sus grupos fosfato. Cada nucleótido presenta una base nitrogenada formada por adenina, citosina, timina o guanina (A,C,T,G), que se une a otra cadena de ADN complementaria (A se une con T y C con G) (por eso la longitud de la doble cadena vamos a nombrarla en pares de bases). La combinación de estas 4 bases permite generar todas las combinaciones de secuencias presentes en todos los organismos. 

La fórmula es de 4 elevada a la n, donde n es el número de bases que tiene la secuencia de ADN. A modo de ejemplo, una secuencia de ADN de sólo 10 pares de bases de largo, da la posibilidad de combinarla en 410 cadenas diferentes, totalizando 1.048.576 combinaciones posibles. Imaginemos las posibilidades al aumentar el largo de la cadena. 

Esherichia coli, una bacteria muy común tiene alrededor de cinco millones de pares de bases en una única cadena doble de ADN circular. (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/assembly/GCF_900520365.1). Además algunas cepas pueden tener estructuras de ADN adicionales más pequeñas llamadas plásmidos de unos pocos miles de pares de bases. 

El genoma humano, tiene alrededor de 3.000 millones de pares de bases, separados en 23 pares de cromosomas (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/assembly/GCF_000001405.39) (Figura 2). Virus de doble cadena como el de la viruela, erradicada gracias a la vacuna, tenían genomas de alrededor de 180.000 pares de bases (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/assembly/GCF_000859885.1)



Figura 2. Cariotipo normal de una mujer. Pueden observarse los 22 pares de cromosomas autosómicos y el par de cromosomas X presentes en cada célula nucleada del organismo. Cada uno corresponde a una doble cadena de ADN condensada y teñida según técnicas citogenéticas. Figura tomada de Michelena y col. (2008).


El ADN luego dará lugar a ARN ribosomal, ARN de transferencia y ARN mensajeros. Estos últimos serán traducidos a proteínas, con funciones estructurales, metabólicas, de transporte, etc., esenciales para el mantenimiento de cada organismo. La universalidad del ADN, y de ciertos componentes de la maquinaria celular encargada de decodificar la información presente en esta molécula, permiten que ciertos organismos parásitos puedan aprovecharse y tomar el control de las células para su propio beneficio. En el caso de los virus, esta característica es esencial para poder completar su ciclo, y mediante una serie de estrategias logran introducir su material genético, y obligan a su hospedador a producir proteínas virales y replicar su material genético para formar nuevas partículas infectivas llamadas viriones. Pero los virus no son los únicos microorganismos patógenos, también existen bacterias, hongos y protozoarios. La relación parásito-hospedador es un fenómeno complejo que hace que ambos desarrollen nuevas estrategias para sobrevivir. A través de la ingeniería genética, puede aprovecharse la capacidad de algunos organismos de insertar genes de interés en determinadas especies para lograr que produzcan proteínas derivadas de la expresión de los mismos. 

En el año 1983, Herrera-Estrella y col. y Bevan y col. lograron aprovechar la capacidad de la bacteria patógena Agrobacterium tumefaciens de transferir genes a células de plantas de tabaco. En la naturaleza, este microorganismo codifica un plásmido (un fragmento de ADN extracromosómico), que transfiere a las células de algunas especies de plantas induciendo tumores. En trabajos independientes uno del otro, l@s investigadores introdujeron genes de resistencia a antibióticos, que hacían que callos de las plantas sobrevivieran a concentraciones tóxicas de las sustancias metotrexato y neomicina. Pero además lograron eliminar los genes inductores de tumores de la bacteria, logrando un mecanismo de transferencia de genes de interés, sin la contraparte de los genes nocivos para la planta (Herrera-Estrella y col. 1983; Bevan y col. 1983). El plásmido de esta bacteria (Plásmido Ti) recombina determinados genes, por lo que la transferencia es permanente, y al reemplazar dichos genes por otros de resistencia, lograron generar líneas estables de plantas transgénicas. 

Luego de esta primera experiencia, subsiguientes intentos llevarían a la introducción de nuevos genes en las plantas, que  incluirían genes de resistencia a agrotóxicos (perdón, fitosanitarios), producción de toxinas (como la toxina BT), resistencia a virus, genes de esterilidad, etc. Hoy en día, existen otras técnicas para la obtención de transgénicos y una enorme variedad de cultivos de los que se crean líneas transgénicas (Podevin y col. 2012). Incluso en los últimos 10 años  se desarrollaron nuevas técnicas que permiten modificar genes de manera mucho más sencilla como la tecnología CRISPR/CAS-9, de la que hablaremos más hacia el final, pero que no deja de ser una técnica para obtener organismos genéticamente modificados, al margen de que las empresas biotecnológicas lo quieran hacer pasar como algo diferente para eludir toda la regulación que tienen las plantas transgénicas. Sin embargo, el objetivo de este artículo no es comentar estas nuevas técnicas, sino todo lo que rodea a los cultivos genéticamente modificados (OGM) en materia de salud y medioambiente. Como la gran mayoría de los hechos que vamos a comentar se produjo bajo la tecnología de transgénesis, vamos a utilizar el término transgénicos, pero luego veremos que el análisis se aplica a los nuevos procedimientos, ya que lo importante es todo lo que rodea a estos organismos genéticamente modificados. Y vamos a empezar con una simple pregunta:


 ¿Transgénicos (u OGM) para qué?  

El motivo que habitualmente utilizan quienes defienden la necesidad de la utilización de organismos genéticamente modificados en la agricultura es que la situación mundial, y las enormes cifras de hambre en el mundo hacen necesario un aumento de la producción de alimentos. 


Como el concepto de seguridad alimentaria, implica la visión de l@s defensores del agronegocio, es importante definirlo: 

 

Seguridad alimentaria: “Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana” (Gordillo y Méndez, 2013).


Es decir, que ignorando los motivos que afectan la mala distribución de los mismos, el fenómeno del desperdicio de alimentos, y los enormes problemas sociales y ambientales derivados de la agricultura y la ganadería industrial, la solución para llegar a esta seguridad alimentaria estaría (según sus defensores) en producir más y en aumentar la eficiencia en la producción de alimentos. Luego, la “mano invisible del mercado” se encargará de distribuirlos para que lleguen a cubrir las necesidades nutricionales de la población. Sin embargo, el consumo de estos alimentos no es directo, sino que estaría garantizado aumentando la producción de excedentes exportables de productos altamente competitivos a bajos costos, para generar divisas que le permitan a los estados importar y/o adquirir los productos que el país necesite.

El medioambiente, la distribución y usos de la tierra, así como la desigualdad y el bienestar de la población no son tenidos en cuenta para este modelo. Y tampoco cuestiona a las cadenas de comercialización que aumentan el precio de los alimentos (como los supermercados), ni la propiedad de la tierra y de las semillas (es compatible con la concentración y las patentes). Estos aspectos los discutimos en el artículo “Frutales vs autóctonas” en la sección “Soberanía vs seguridad alimentaria”. Pero claramente, utilizar tecnología para producir más sin cuestionar los motivos que dan lugar a esa mala distribución de alimentos, y sin tener en cuenta los problemas derivados de la utilización de dicha tecnología, no parece algo muy lógico. 


La soberanía alimentaria, en cambio tiene en cuenta las características, necesidades, costumbres y saberes de los pueblos, y el uso sostenible de la tierra. Promueve los lazos entre las comunidades y el comercio justo. El foro por la soberanía alimentaría de Mali la define como “el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo” (Declaración de Nyelení, 2007).


Vencer a Malthus, producción infinita en un mundo finito. 


Allá por el año 1798, Thomas Robert Malthus publicó “An essay on the principle of population” (Un ensayo sobre el principio de población). En su primer capítulo este escritor enunció dos postulados, cuya traducción literal dice lo siguiente: 

“(...)Primero, que la comida es necesaria para la existencia del hombre. 

Segundo, que la pasión entre los sexos es necesaria y se mantendrá casi en el presente estado. (...) Asumiendo entonces mis postulados como concedidos, yo digo que el poder de la población es indefinidamente mayor que el poder de la tierra para producir la subsistencia del hombre. 

La población, cuando desenfrenada, se incrementa en forma geométrica. La subsistencia se incrementa sólo en forma aritmética. Un leve conocimiento de números mostrará la inmensidad del primero comparado con el segundo(Malthus 1798).


Pero lejos de su postulado, la publicación de Malthus estaba bastante floja de números, a tal punto, que ni siquiera mostraba cifras como para establecer que la población seguía un crecimiento exponencial y tampoco analizaba las cifras de la producción de “medios de subsistencia”. Su rigurosidad es casi nula y por eso, no puede dársele validez científica. Además debemos considerar que el mundo cambió enormemente desde que ese ensayo fue escrito, apenas unos años después de la revolución norteamericana y francesa. Sin embargo, y al margen de sus ideología conservadora y reaccionaria, que establecía las desigualdades como algo inevitable, planteaba algo interesante, que es la finitud de los recursos (Schoijet, 2005). Existen trabajos de muchos defensores del agronegocio, que postulan que mediante la tecnología son capaces de vencer esa limitación de la tierra para alimentar a una población de 9.000 - 10.000 millones de personas e incluso más (Fedoroff, 2015; Oliver, 2014; Smith, 2014). Acá hay una profunda contradicción, ya que gracias a la “revolución verde” el mundo produce comida para una población muy superior a la actual, pero por otro lado, la solución al hambre es “producir más” de la mano de la tecnología. Y podemos hacernos una simple pregunta. Si la producción mundial de alimentos alcanza para cubrir las necesidades de la totalidad de la población humana, y aun así existen más de 800 millones de personas que pasan hambre, ¿Qué nos hace pensar que produciendo más lograríamos reducir la “inseguridad alimentaria”? Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la cantidad de personas que no lograban obtener alimentos de calidad para comer pasó de 810 millones en 2017 a 820 millones en 2018 Figuras 3 y 4). Pero si además sumamos la cantidad de personas con “inseguridad alimentaria moderada o grave” es decir si sumamos a todas las personas con falta de  acceso regular a alimentos nutritivos y suficientes, el número ronda los 2.000 millones de personas (FAO, 2019).

A veces la utilización de eufemismos para no reconocer un problema como es el hambre constituye una forma de manipulación de la información. Vamos a definir “inseguridad alimentaria moderada”. “Las personas que experimentan una inseguridad alimentaria moderada afrontan incertidumbres sobre su capacidad para obtener alimentos y se han visto obligadas a reducir, en ocasiones durante el año, la calidad o la cantidad de alimentos que consumen debido a la falta de dinero u otros recursos. (FAO, 2019)”... Como fuere, 2.000 millones de personas son insegur@-alimentari@s o como quieran llamar a esta forma de hambre (Figura 3).   


Figura 3: Inseguridad alimentaria: eufemismo para llamar al hambre sin que se note demasiado. Fuente FAO, 2019.

Figura 4. Número de personas subalimentadas en el mundo entre los años 2.005 y 2.018. Fuente, FAO 2019


Figura 5. Distribución de población hambrienta en el mundo en 2.014-2.018. Fuente: FAO, 2019.


Y claramente puede verse que los continentes productores de alimentos no son precisamente los que tienen menor cantidad de gente hambrienta (Figura 5). No es para contradecir a los neoliberales, pero no parece verse el “derrame” en América Latina. Bueno, tal vez no haya aumentado lo suficientemente la producción respecto del aumento poblacional. Vamos a verlo utilizando estadísticas de la propia FAO.  

Lamentablemente, la unidad de producción de comida (total) está relativizado a lo producido en 2004. Vamos a hacer un ejercicio matemático simple. Entre 2004 y 2017 la producción mundial de comida aumentó un 31%, pero la población mundial pasó 6.461 millones a 7.631 millones (es decir un 18,1%). Respecto de cultivos aumentó un 36%, y de cereales alrededor del 30% (http://faostat.fao.org/static/syb/syb_5200.pdf), que también puede verse en el gráfico de la figura 6 (2,29 billones de toneladas en 2004 vs 2,96 billones de toneladas en 2017, hay un pequeño error de redondeo en el porcentaje).



Figura 6. Crecimiento de la población mundial y de la producción de cereales entre 1.961 y 2.018. Fuente: http://www.fao.org/faostat/es/#compare


Entonces continuemos con el  ejercicio: en el año 2.004 había 960 millones de personas subalimentadas (La Figura 4 llega a 2.005, por lo que ese dato lo tomé a partir de la página de estadísticas de la FAO: FAOstat para 2.004 http://www.fao.org/faostat/es/#data/FS) sobre un total de 6.461 millones de personas (Figura 6), la cantidad de personas no subalimentadas según FAO era ese año 5.501 millones. Considerando que la comida producida alcanzaba para la alimentación de esta cantidad de personas, un aumento de la producción en un 31% como el producido para el año 2.017 implicaría que la producción debería alcanzar para 7.206 millones de personas. Considerando que la población de 2.017 era de 7.631, la cantidad de subalimentad@s que esperaríamos para ese año sería de 425 millones, es decir que deberíamos haber reducido su número al 44,2% respecto de 2.004. Pero en la figura 4 podemos ver que sólo se redujo en un 15,5% (de 960 millones a 811,7 millones). Si bien, hubo una reducción, y se tiene en cuenta el aumento poblacional, los aumentos en la producción de alimentos parecen no reflejarse en una gran magnitud en una reducción de la cantidad de personas malnutridas. Podríamos decir que la “mano invisible del mercado” está falta de reflejos, y que hay otras variables que intervienen en el fenómeno del hambre a nivel mundial. No es producir más y listo. 


Y mucho tiene que ver la especulación financiera ligada a que los productos de determinados cultivos sean “commodities”, bienes financieros cuyos precios se definen en el mercado de granos de Chicago, influidos por contratos a futuro, opciones y dinero aportado por bancos y fondos de inversión, más que por las necesidades de alimentar a la población. Este tipo de inversiones especulativas generan volatilidad en los precios (Clapp, 2014). Martín Caparrós explica en su libro “El Hambre” el mecanismo por el cual los fondos de inversión y otras personas que nunca tocaron un grano en su vida compran las producciones que van a ser cosechadas en el futuro mediante contratos a futuro. Estos contratos establecen un precio por granos que todavía no existen (tal vez ni siquiera hayan sido cultivados), para una determinada fecha, y en el caso de que esos granos valgan para esa fecha más de lo que los especuladores prometieron pagar, van a ganar. En caso contrario a perder. Pero también están las opciones, es decir son contratos pero llegado el momento de la operación (cuando estén esos granos) se decide si se realiza o no esa venta. En caso de optar por no realizarse esa venta porque los precios variaron demasiado, quien desista de realizar la operación le debe pagar un monto fijado de antemano. Es la timba financiera aplicada a los alimentos, y los contratos a futuro y las opciones a su vez se compran y se venden todo el tiempo (como si fueran títulos públicos). En una de las entrevistas presentes en dicha investigación periodística (El Hambre), un operador de bolsa comentaba que en la bolsa de Chicago se negociaba cada año una cantidad de trigo que era de 50 veces la producción mundial, es decir que en promedio cada grano de ese cultivo se compraba y vendía 50 veces para especular. Al respecto agregaba:


    El gran invento de estos mercados es que el que quiere vender algo no precisa tenerlo. Es más, sería una rareza vender lo que uno tiene: se venden promesas, compromisos, vaguedades escritas en la pantalla de una computadora. Y los que saben hacerlo ganan en ese ejercicio de ficción, fortunas. 

Y los que no saben contratan programadores de computación. Más de la mitad del dinero de las bolsas del mundo rico están en manos del HFT -High Frecuency Trading-, la forma más extrema de especulación algorítmica o automatizada. Son muchos nombres para algo muy complicado y muy simple: supercomputadoras que realizan millones de operaciones que duran segundos o milisegundos; compran, venden, compran, venden, compran venden compren vompran cempren venpran comdem cemden sin parar aprovechando diferencias de cotización ínfimas que, en semejantes cantidades, se transforman en montañas de dinero. Son máquinas que operan mucho más rápido que cualquier persona, autónomas de cualquier persona. (...)

Los HFT son la especulación más pura: máquinas que solo sirven para ganar plata con más plata. Son operaciones que nadie hace sobre contratos que no están hechos para ser cumplidos acerca de mercaderías que nunca nadie verá: compra y venta de la nada en segundos, mercado puro sin la intromisión de ninguna realidad. Plata sobre plata, humo creando fuego, la ficción más rentable” (Caparrós, 2014, pag 286).


Este tipo de intervención especulativa en el que participan los bancos y fondos de inversión genera un aumento de los precios de los alimentos (responsable de al menos el 50% de estos aumentos), que luego es disfrazada por causas externas como sequías, “aumentos de demada de países emergentes”, etc. Junto con la utilización de granos para la producción de biocombustibles son lo que eleva los precios de alimentos generando crisis alimentarias en diversos países (Martínez y Duch, 2011). Entre el 2005 y el 2008 los precios de los alimentos aumentaron un 80% (Caparrós, 2014). Entre 2004 y 2008 el precio del arroz subió un 255%, y el del trigo y maíz entre un 80 y 90%. Estos aumentos fueron una de las principales causas de protestas, inestabilidad política y estallido social en varios países de África (Berazneva y Lee, 2013). 

La inversión a través de fondos comunes de inversión permite a especuladores ocultar sus inversiones en múltiples partes del mundo, haciendo más difícil que se l@s pueda asociar como causantes de efectos negativos a nivel social y/o ambiental, evitándoles pagar costos por las consecuencias de sus actividades (Clapp, 2014). Si bien hubo aumentos en la producción de alimentos, los enormes aumentos en los precios de los mismos hacen que menor cantidad de gente pueda acceder a ellos. 


Por ese motivo, los aumentos en la producción de alimentos parecen no tener un gran impacto en la reducción de la desnutrición. Pero aun así acabamos de vencer a Malthus, ya que si graficamos los datos de población (Figura 6), vemos que al menos desde 1961 la curva de crecimiento de la población mundial no sigue un patrón geométrico, sino lineal (R2=0,9993), al igual que la producción de cereales (R2=0,9729) (las cifras que encontré sobre producción mundial de alimentos totales tenía datos de algunos años, pero no suficiente cantidad de datos como para establecer una análisis de regresión lineal, por eso la comparación está hecha con producción mundial de cereales, que sí tenía datos año por año). 

Claramente no había datos fiables sobre población y producción mundial de alimentos en 1798, pero al menos de 1961 a la fecha el crecimiento no es geométrico, sino lineal… En tu cara por reaccionario, Malthus.


Capítulo 2. A refutar algunos mitos.


Volvamos a la pregunta ¿transgénicos para qué? y analicemos punto por punto las supuestas ventajas muy comunes en los discursos empresarios (y de gobiernos) para justificar la agricultura industrial basada en organismos genéticamente modificados. 

Varias de las empresas productoras de semillas basan su estrategia de marketing en la necesidad de mejorar genéticamente los cultivos y los procesos para hacerlos más eficientes, más seguros para las poblaciones y para l@s trabajadores, más amigables con el medioambiente, para que degraden menos los suelos, y para mejorar la economía de las poblaciones. La empresa Syngenta, por ejemplo publicó en 2.013, una campaña llamada “The Good Growth Plan” (El plan de buen de buen crecimiento), en el que explica cómo va a contribuir para alcanzar 6 objetivos relacionados con los puntos anteriormente mencionados. https://www.syngenta.com/sustainability/good-growth-plan


Sumado a otros argumentos frecuentes, decidí recopilar algunos postulados comunes para los organismos genéticamente modificados (y el modelo basado en este tipo de cultivos), que voy a enumerar, y que vamos a analizar y discutir su validez (el primer enunciado ya lo refutamos en el apartado anterior, pero vamos a analizar qué ocurre en nuestro país). 


1) Los cultivos transgénicos permiten aumentar la producción de alimentos y así paliar el hambre de la población

2)  Los transgénicos permiten aumentar ganancias y los beneficios de los productores.

3) El aumento de la eficiencia en la producción de alimentos permite hacer un mejor uso de los recursos, disminuyendo la presión sobre suelos y la necesidad de deforestación

4) La siembra directa con utilización de transgénicos sirve para usar menos pesticidas y evitar la erosión del suelo.

5) Los transgénicos son seguros para el medioambiente y la salud

6) Las empresas generadoras del evento transgénico tienen derecho a cobrar regalías por la obtención del evento transgénico.


Mito 1. Los cultivos transgénicos permiten aumentar la producción de alimentos y así paliar el hambre de la población...


Empecemos por el principio, a nivel histórico, no necesariamente producir más alimento tiene impacto en reducir el hambre a nivel mundial, como pudimos ver en la sección anterior, se ve un aumento histórico de la producción de comida y de cereales, no reflejado en que más personas coman.


No es que el hambre sea un problema de falta de producción de alimentos, sino que es un problema de distribución y acceso a los mismos.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alrededor de un tercio de los alimentos en el planeta se tiran (http://www.fao.org/food-loss-and-food-waste/es/).

Y como discutimos en el artículo “¿Frutales o autóctonas? Una dicotomía sin sentido.” (https://jardin-nativo.blogspot.com/2019/11/frutales-o-autoctonas-una-dicotomia-sin.html), esto se da por dos fenómenos: pérdida y desperdicio de alimentos. Pero además  hay múltiples factores que determinan que el aumento en la producción no “derrame” en una mayor disponibilidad de alimentos. 


Es decir que podemos aumentar la producción, pero si no tenemos en cuenta aspectos relacionados con la soberanía alimentaria, y los derechos de los pueblos, los aumentos de la producción de alimentos van a seguir sin tener demasiado impacto en una reducción del hambre de la población. 


En nuestro país, a pesar de que la producción de alimentos aumenta a valores récord, las cifras del hambre van en el mismo sentido. Y no debemos perder de vista que el hambre es parte del modelo extractivista que desde hace años viene desarrollándose en la región, que disocia la producción de alimentos de las necesidades de la población, y que produce “comodities” destinados a satisfacer mercados internacionales. Luciana García Guerreiro y Juan Wahren analizan este fenómeno en un interesante trabajo en el que puede leerse el siguiente párrafo: 

Así, la lograda mayor productividad mediante la agricultura industrial y la intensificación tecnológica tuvo como “paradójico” resultado un aumento de las situaciones de pobreza y hambre. Un país como Argentina, que aún hoy logra récords en la producción de alimentos (que alcanzarían para abastecer a 300 millones de personas), registra aún en nuestros días un alto porcentaje diario de la cantidad de personas que no pueden cubrir sus niveles básicos de alimentación y de calidad de vida (García Guerreiro y Wahren, 2016)”.

Y el hecho de que que la producción agropecuaria sea un “comoditiy” elimina la disponibilidad de los suelos para la producción de alimentos para la población. El Ing. agrónomo Walter Penge (2017) dice en su libro “El Vaciamiento de las Pampas” que: 

(...) El área cultivada con soja también se vio disparada, pasando de 38,000 has en 1970 a 20.100.000 has en el 2015, lo que representa más de la mitad de la tierra cultivada. En 2014 la superficie total sembrada con cultivos fue de 39 millones de hectáreas. La soja transgénica ha desplazado otros cultivos de consumo doméstico como cereales, tubérculos, hortícolas y frutícolas; promovió la expulsión de los campos ganaderos, el cierre de establecimientos lecheros y afectó incluso a producciones más intensivas como la producción avícola, porcina y otras. Muchas de ellas sobrevivieron en términos de producción, pero concentrando el negocio en más grandes empresas y grupos concentrados. Los grandes perdedores de las últimas dos décadas fueron los pequeños y medianos agricultores. Las estadísticas del censo indican que ellos son el 80 % lo que representa la mayor salida, junto a la pérdida de establecimientos agrícolas, concentrada en el segmento de la agricultura a menor escala”.

 Y en otro párrafo analiza lo siguiente:

Actualmente, la discusión sobre la pérdida de la soberanía alimentaria y el acceso a una dieta suficiente y equilibrada evidencia el peligro para las economías agrarias de países como Argentina, que en vez de concentrarse en el monocultivo de soja, podría duplicar fácilmente su producción diversificada,. Este monocultivo actualmente da cuenta del 50 % de la producción de cereales, y ha desplazado otros productos como la leche, ganado, frutas, verduras y cereales; y prácticamente los pone en riesgo de desaparecer.

Otro problema relacionado con el precio de los alimentos es que si los precios del producto siguen elevándose (maíz, soja, y muchos otros), las industrias competirán para obtenerlos (como es ya el caso de las agroindustrias de alimentos y energía) dejando finalmente a gran parte de la población sin acceso a los alimentos.

Además, los modelos intensivos de producción agrícola han aplastado los modelos de la agricultura familiar (Pengue, 2008), que eran los que producían una variedad más grande de productos dirigidos al rápido consumo de la población local. Debemos recordar que la agricultura familiar campesina produce más del 50% de los alimentos en América Latina.(Pengue, 2017) 

Es decir, el campo produce cada vez más, y sin embargo, eso tampoco se refleja en una disminución de la cantidad de desnutrid@s a nivel nacional. En la Figura 7 puede verse el nivel obsceno de desnutrición en nuestro país. Fuente: FAOSTATS. 


Figura 7.  Prevalencia de la desnutrición en Argentina. En este punto, cabe destacar que los datos sólo llegaban hasta el año 1999-2001, y me costó mucho encontrar series históricas más extensas y confiables de hambre a nivel nacional, así como también pasa con otros indicadores incómodos. Siempre es más fácil cambiar la metodología para no poder comparar con períodos anteriores, y claro está, comparar con la crisis inmediatamente anterior (sobre todo en materia de pobreza), pero nunca con el período previo a dicha crisis. Así, muchas comparaciones post-2001 se hacen respecto a este período, al igual que el menemismo comparaba con la hiperinflación, pero no con los indicadores de la década del 80, y ni pensar, del 60. Fuente de la figura 7 Faostats.


Al menos en el período analizado, claramente no se observa que los aumentos de producción estén acompañados por una disminución del hambre de la población. Y en una de esas es tan ingenuo como creer en la teoría del derrame (cuyo nombre original era teoría del goteo, trickle down effect), que  (como lo describe el economista José Nun en forma crítica) dice que: 

(...) un crecimiento sostenido, librado a su propia dinámica, expandiría la ocupación y, a partir de cierto momento, también los salarios, por lo cual inevitablemente la prosperidad acabaría “goteando” hacia abajo.

Cuando los neoliberales se apropiaron de este cuerpo teórico con propósitos ideológicos y políticos, advirtieron de inmediato lo poco atractiva que resultaba la idea del mero “goteo”. Realizaron entonces un singular pase de magia, que no ha sido puesto en descubierto ni analizado como hubiera merecido y que, para peor, se convirtió en otro de esos lugares comunes que casi nadie discute. Sin ningún respaldo científico que los avalase en el campo de los trabajos sobre la distribución del ingreso, simplemente reemplazaron goteo por derrame y, a partir de ahí y pese a todas las pruebas en contrario, el paradigma se completó: la prosperidad llegará al conjunto de la sociedad porque el crecimiento económico derramará abundantemente sus frutos sobre ella.(Nun, 2011). 

Y en el mismo capítulo José Nun nos explica al analizar el período 1976-2003 que “(...) en un período de fuerte crecimiento macroeconómico, la correlación, entre crecimiento y desigualdad puede resultar negativa en razón, precisamente, de la pauta de acumulación adoptada". 


Parece que la mano del mercado, se olvidó de redistribuir los frutos de la tierra en nuestro país al igual que lo que lo hace en el mundo. Y entonces nos preguntamos, ¿es correcto proponer un aumento de la producción agrícola de productos exportables en un país tan desigual como el nuestro como solución al problema del hambre? Todo parece indicar que no, y que la seguridad alimentaria no les llega a tod@s por igual. 


No excluyo la hipotética posibilidad de que algún OGM en particular pudiera utilizarse para mejorar el tema alimentario, pero al menos en nuestro país, eso no pasa. Y en este sentido podemos mirar cuál era la perspectiva y los objetivos hace algunos años, cuando se elaboró el PEA2 (Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial 2010 – 2020) elaborado por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, junto al INTA y otros organismos y que es una hoja de ruta de lo que el gobierno proyectaba en materia de agricultura para los años subsiguientes. 



Figura 8. Metas de producción según el PEA2. Superficie sembrada/plantada/cultivada


Como puede observarse según las metas del plan estratégico alimentario nacional 2010-2020, el grueso de la producción se lo llevan los granos, y en la página siguiente desglosa a qué se refiere con granos: .

"El aumento de la superficie sembrada para girasol de 1,5 millones de ha. en 2010 a 2,5 millones de ha. en 2020, representando un crecimiento de 61%.

El incremento de la superficie sembrada para maíz de 3,7 millones de ha. en 2010 a 5,7 millones de ha. en 2020, representando un crecimiento del 56%.

El aumento de la superficie sembrada para soja de 18,3 millones de ha. en 2010 a 22 millones de ha. en 2020, representando un crecimiento del 20%.

El aumento de la superficie sembrada para trigo de 3,6 millones de ha. en 2010 a 7,5 millones de ha. en 2020, representando un crecimiento del 111%.

De las 9 millones de hectáreas que el plan se había propuesto aumentar la producción alrededor de 4 millones de hectáreas corresponden a soja, es decir un cultivo que no está destinado en su mayoría a la alimentación como tal, sino a biocombustibles, a alimentar animales en granjas industriales en Argentina y otras partes del mundo, y a en parte a la industria de ultraprocesados. Obsérvese que la superficie destinada a frutas y verduras sumadas, a duras penas alcanzan el 2% de la superficie destinada a soja (Figura 8).   

Pero a su vez en este plan hablan de mejorar la productividad total (toneladas por hectárea)  de granos un 14%, de hortalizas un 83%, de cítricos en un 24% (no aparece detallado en el objetivo de aumento de superficie, así que asumamos que no proyectaban un aumento significativo en este aspecto), y un aumento de productividad frutal de pepita y carozo del 17,4% (Figura 8).

En el desglosado de granos, los aumentos de productividades esperadas eran las siguientes: arroz, 45%;  girasol 44%, maíz 24%; soja 14%; trigo 21% para el 2020.

Carezco de los conocimientos adecuados para definir si esos aumentos de productividad son posibles, pero lo que me interesa abarcar es el destino de esos excedentes de producción. Y analizando las figuras 9a y 9b con los objetivos de exportaciones se ve claramente que el destino es netamente hacia mercados de exportación, y no está planificado que sea para la población local, salvo tal vez en el caso de hortalizas, para el cual el objetivo de aumento de la productividad es el mayor de todos. De hecho todo indica según el plan presentado y que finalizó este año, que si se cumpliera se sustraerían más alimentos de la producción local para destinarlos al mercado exportador. La misma lógica se sigue en este informe para la producción bovina, avícola, porcina, ovina, a través de feed lots, corrales, y otras modalidades de engorde en espacios cerrados e hiper-reducidos, alimentados con granos. También para la exportación de pescados con un aumento de la depredación de nuestros mares y ríos (gráficos no mostrados). 





Figura 9 Exportaciones primarias de la Argentina a) arriba, granos y otros b) abajo, frutas, hortalizas y miel.

El plan dedica unos escasos párrafos a la producción familiar, y al programa Pro-Huerta, que plantaba llevarlo del 7,25% de la población a 25%, poniendo énfasis en la producción individual por sobre la producción general. Sin embargo, para una adecuada implementación de huertas, se necesita acceder a la tierra, algo que más adelante veremos, resulta cada vez más escaso por la presión de los cultivos industriales.


En el futuro, veremos cuando salga alguna publicación de los organismos correspondientes (INTA, ministerio de agricultura, etc.), qué objetivos se cumplieron y cuáles no. Sin embargo, el objetivo de incluir datos del PEA2 era conocer cuáles eran las perspectivas del modelo. Todo parece indicar que en nuestro país, tampoco se esperaba que el modelo de agronegocios basado en transgénicos mejorara las condiciones alimentarias de la población. ¿Dónde queda la agricultura familiar, la agricultura de subsistencia y toda producción no destinada al mercado de exportación? ¿De dónde va a salir la tierra para expandir todos estos cultivos? ¿Quiénes pagamos las consecuencias de esta expansión? Eso lo veremos en el siguiente mito, al hablar de las ganancias del modelo y en los siguientes. 


Capítulo 3.

 Mito 2. Transgénicos y ganancias. ¿Ganancias para quién?


1) Los cultivos transgénicos permiten aumentar la producción de alimentos y así paliar el hambre de la población

2)  Los  transgénicos permiten aumentar ganancias y los beneficios de los productores.

3) El aumento de la eficiencia en la producción de alimentos permite hacer un mejor uso de los recursos, disminuyendo la presión sobre suelos y la necesidad de deforestación

4) La siembra directa con utilización de transgénicos sirve para usar menos pesticidas y evitar la erosión del suelo.

5) Los transgénicos son seguros para el medioambiente y la salud

6) Las empresas generadoras del evento transgénico tienen derecho a cobrar regalías por la obtención del evento transgénico.


La pregunta acerca de si los transgénicos permiten aumentar las ganancias, creo que deberíamos formularla en base a quién es el productor. ¿Campesin@s, indígenas? ¿Pequeñ@s y median@s chacarer@s? ¿Grandes estancier@s? ¿Pooles de siembra? ¿Agro-Exportadoras? ¿Grandes semilleras? 


Voy a empezar a dilucidar este mito transcribiendo una frase del Apenas empezado prólogo del anteriormente mencionado PEA, el ministro de ambiente de ese año (2015), Julián Domínguez, que decía: 


El sujeto agrario hasta el año 2000 era el productor rural, que concentraba en sí la propiedad de la tierra, las maquinarias; poseía el capital necesario y era el responsable de la gestión agrícola y empresarial.

Hoy, nos encontramos ante un nuevo sujeto agrario: el emprendedor agropecuario, que no necesariamente es el propietario de la tierra sino quien arrienda campos, asume el riesgo agrícola, contrata los servicios necesarios y gestiona su producción, con el objetivo de maximizar la productividad”.


Dicho en otras palabras, este párrafo parece advertirnos sobre una concentración de la tierra, y de que la propiedad dista mucho de ser de quien la trabaja, pero sigamos avanzando y analizando los datos. 

Todo parece indicar que los transgénicos y la agricultura industrial nos llevan a un modelo de agricultura sin agricultores, donde grandes empresas tienen enormes extensiones de tierra y en la que cada vez hay menos lugar para la agricultura familiar, y hasta para l@s pequeños y median@s productores. Y en este sentido, la agricultura industrial no escapa la definición general de los extractivismo, que a palabras de Eduardo Gudynas (2013) es: 


Por lo tanto, el extractivismo es aquí definido como un tipo de extracción de recursos naturales, en gran volumen o alta intensidad, y que están orientados esencialmente a ser exportados como materias primas sin procesar, o con un procesamiento mínimo (Gudynas 2013)”.


Analizando varios textos (Gudynas, 2013; Silvetti y Cáceres, 2015; García Guerreiro y Wahren, 2016; Teran Mantovani y Svampa, 2019), podemos apreciar algunas algunas características que pueden observarse en diferentes extractivismos:


  • Mercantilización y apropiación privada de los bienes naturales.

  • Favorecimiento de sectores concentrados que imponen formas de producción.

  • Explotación intensiva de recursos naturales.

  • Exportación de materias primas sin procesar o con escaso procesamiento (o "commodities").

  • Escasa generación de puestos de empleo. Expulsión de mano de obra de zonas rurales a las ciudades.

  • “Economías de enclave“: escasa o nula relación con las economías locales.

  • Violación de derechos civiles, ambientales y corrupción.

  • Contaminación de agua, tierra y aire. Efectos en la salud.

  • Criminalización de la protesta social.

  • Complicidad con organismos estatales o paraestatales.

  • Concentración de la tierra.


 En este sentido Maristella Svampa y Emilio Teran Mantovani sostienen que: 

(...) el extractivismo puede leerse como un particular modo de acumulación, sobre todo respecto de las economías latinoamericanas. Está determinado, en su conjunto, por la extracción masiva de los llamados ‘recursos naturales’, con poco o nulo procesamiento dirigido al mercado mundial, lo cual se constituye en el principal patrón organizador de la sociedad. (...) De esta manera, resaltamos cómo el territorio se transforma, domina, amolda, controla, significa o disputa socialmente, incluyendo a los elementos ecosistémicos que lo componen, como sus recursos, ciclos y seres humanos. Es importante resaltar la conexión que existe entre los procesos de desterritorialización (entendida como una ruptura de su ordenamiento o configuración en un momento determinado) y reterritorialización (una reconfiguración del territorio) (Teran Mantovani y Svampa, 2019). 

El monocultivo de soja y otros granos, claramente es un tipo de extractivismo, pero como seguramente haya gente que considere a la conversión del grano en otras formas como un proceso de industrialización que la excluiría de la definición de materia prima sin procesar, voy a transcribir un párrafo de Gudynas que no deja lugar a dudas: 

Como se adelantó arriba, la definición de extractivismo que aquí se sigue engloba otras actividades además de explotaciones mineras o petroleras. El caso más evidente ocurre con los monocultivos de exportación, que también son intensivos, cubren amplios territorios con altos impactos ambientales, y suman enormes volúmenes que son exportados sin procesar o con procesamiento mínimo. Un ejemplo se observa actualmente con los monocultivos de soja, que cubren enormes superficies en el Cono Sur y están destinados casi exclusivamente a la exportación (sea como poroto de soja, pellets, y en menor medida, harinas o aceites)(Gudynas, 2013).


Existen algunas variantes: como el neo-extractivismo o extractivismo progresista, en donde hay mayor presencia del estado, un poco más de tributación y un conjunto de políticas redistributivas, y un discurso con una fuerte retórica sobre la justicia social, que le dan legitimación en ciertos sectores de la población, ya que lo toman como un elemento necesario para el progreso (Gudynas, 2013; Silvetti y Cáceres, 2015). Aunque su definición es bastante polémica, es lo que supuestamente se aplica en algunos períodos en el modelo agrícola argentino y latinoamericano. Al margen de que sea un poco más o un poco menos progresista, no puede disociarse de su matriz extractivista, y citando nuevamente a Gudynas (2013)“ (...) en otras palabras, el progresismo gobernante mantuvo la esencia del extractivismo, aunque lo aplica y legitima políticamente de otra manera”. Palabras como ventajas comparativas, se escucharon en diferentes gobiernos, mientras el extractivismo crecía. Y citando nuevamente a Svampa: 

No por casualidad, con los progresismos reinantes el neoextractivismo volvió a instalar con fuerza la ‘ilusión desarrollista’. Esta se expresa en la idea de que, gracias a las oportunidades que brinda el nuevo boom de los commodities y, más aún, del papel activo del Estado, sería posible lograr el desarrollo. Estos patrones compartidos entre gobiernos conservadores y progresistas definen lo que se ha llamado “consenso de los commodities (Teran Mantovani y Svampa, 2019). 

Y la otra variante más extrema del extractivismo es lo que Gudynas llama extrahección, “es el caso más agudo de apropiación de recursos naturales, donde éstos son extraídos por medio de violencia y se incumplen los derechos humanos y de la Naturaleza. No es una consecuencia de un tipo de extracción sino que es una condición necesaria para poder llevar a cabo la apropiación de recursos naturales” (Gudynas, 2013). Como podemos apreciar, varias formas de extractivismo conviven en nuestro país y son comunes. 


Ejemplos de extrahección son la expulsión de comunidades originarias para plantar soja en el Chaco, de comunidades mapuches en el sur para extraer petróleo, deforestación de reservas naturales, pueblos fumigados, falta de información a la hora de instalar un emprendimiento extractivo, aprobación de proyectos mineros que no cuentan con licencia social, criminalización de la protesta social, persecución a líderes originarios, aplicación de la ley antiterrorista, fuerzas paramilitares, asesinato de ambientalistas, etc.


A nivel regional en Latinoamérica, el extractivismo tuvo 3 fases: Una primera de ampliación de derechos, atada al “boom de los commodities” con auge económico y reformulación del rol del estado (entre 2003 y 2008); una segunda de exacerbación del extractivismo y de blanqueo del consenso de los commodities (entre 2008 y 2013-15 según el país), con aumento de la infraestructura que posibilita el saqueo, ya sea en caminos, represas, plantas nucleares, puertos (por ejemplo el proyecto IIRSA: Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana), y una creciente criminalización de la protesta social; y una tercera etapa de declive de los precios internacionales de las materias primas e incremento de la presión sobre los bienes comunes, que dura hasta la actualidad. La segunda y tercera etapa se caracterizaron por formas crecientes de represión y militarización, así como nuevas formas de lucha y resistencia por parte de la sociedad civil (Teran Mantovani y Svampa, 2019). Lo interesante, es que estas etapas pueden verse en muchísimos países de la región durante el mismo período. 


¿Y qué pasó en Argentina con los cultivos transgénicos? 


La agricultura industrial no puede tomarse de manera diferente de otras industrias extractivistas, así que ahora sí mirémoslo desde el punto de vista de cada actor, teniendo en cuenta las 3 fases descritas por Mantovani y Svampa y lo expuesto en la sección anterior. Y no dejemos de mencionar 2 hechos, ocurridos en pleno neoliberalismo, pero mantenidos hasta el día de hoy: el primero ocurrió en 1991 con la disolución de la junta nacional de granos y carnes, al igual que los institutos de promoción de las economías regionales. Este hecho sumado a otros tipos de desregulación, afectó seriamente las posibilidades de pequeños productores de insertarse en el modelo productivo. El segundo fue la aprobación de la primera soja y maíz transgénicos resistentes a agrotóxicos en 1996 y 2004, respectivamente (García Guerreiro y Wahren, 2016).  En realidad en 1998 y no en 2004 se aprobó T25, el primer maíz resistente a glufosinato de amonio, el de 2004 fue el primero que combinaba genes BT+resistencia. (http://www.argenbio.org/cultivos-transgenicos)


Empecemos por campesin@s e indígenas, que claramente no responden a una lógica exportadora: El corrimiento de la frontera agropecuaria l@s tiene como principales damnificad@s. “Como consecuencia, los agricultores que producen alimentos tradicionales para el mercado interno están siendo desplazados por el agronegocio y pasan a ocupar un lugar marginal en la agenda gubernamental” (Silvetti y Cáceres, 2015).Tanto el corrimiento de la frontera agropecuaria, como la “pampeanización” es decir, la producción en zonas que no eran praderas producto del desmonte (sobre todo en las provincias del gran Chaco: Chaco, Formosa, Santiago del Estero y Salta), generó y sigue generando una fuerte presión sobre comunidades, desalojos a comunidades originarias, y pequeños productores (García Guerreiro y Wahren, 2016). A esto se suma una enorme concentración del mercado en pocas manos, y una mecanización del trabajo de campo que disminuye la necesidad de mano de obra rural, con su consiguiente despoblamiento del campo, que pasa a tener que emigrar forzadamente a las ciudades, en muchos casos como poblaciones marginadas. A modo de ejemplo, la demanda de mano de obra de un pool de siembra productor de soja es de 1,6 horas hombre/ha/año, y el de un pool de maíz 2 horas hombre/ha/año (Silvetti y Cáceres, 2015; García Guerreiro y Wahren, 2016). Eso significa que asumiendo una jornada de 8 horas por día 5 días a la semana y dos semanas de vacaciones (condiciones laborales a las que claramente l@s peones rurales no acceden), un sól@ emplead@ alcanzaría para mantener 980 hectáreas de maíz en un año, y 1.225 de soja respectivamente. Pero además el aumento de los precios de la tierra experimentados durante la expansión sojera, y la reducción de provisión de alimentos para cultivar soja para la exportación o para la fabricación de biocombustibles, encarece el precio de los alimentos consumidos por la población local (García Guerreiro y Wahren, 2016).

La sojización no sólo expulsa por apropiación de tierras, además expulsa indirectamente a pequeños y medianos productores al correr la ganadería industrial hacia zonas donde antes se practicaba la ganadería familiar. En el Noroeste cordobés, Silvetti y Cáceres (2015) describen según datos del censo nacional agropecuario, la desaparición de hasta un 51% de establecimientos ganaderos menores a 1.000 hectáreas entre 1998 y 2002, y una concentración de establecimientos grandes. También describen el proceso por el cual la ganadería extensiva desmonta bosques nativos, y en especial arbustos que sirven como base de alimentación a ganado caprino y bovino, que son la base de economías de campesin@s en la provincia (Silvetti y Cáceres, 2015). L@s campesin@s que lograron resistir tuvieron una disminución de sus campos, y una modificación en las formas de producción hacia metodologías más depredatorias del medioambiente con desmontes y mayor dependencia de los productos provistos por la ganadería empresaria, como por ejemplo el maíz (Silvetti y col. 2018). Estos autores mencionan además que si bien la diversificación de la producción, puede traerles ciertos ingresos adicionales, las dificultades en la cadena de comercialización los hacen depender de intermediarios para vender su producción. Lejos de estar en una situación holgada, buena parte de l@s campesin@s depende de ayuda estatal, y ven como l@s jóvenes emigran por falta de oportunidades, fenómeno que se acentuó con la agriculturización y el desmonte (Silvetti y col. 2018). 

En muchos casos, empresari@s usurpan territorios comunales de familias campesinas y/u originarias con ayuda de la policía u otras fuerzas estatales o paraestatales. En este caso la extrahección tiene lugar mediante el uso de violencia física, persecución judicial, armado de causas, violencia simbólica, y/o daños ambientales en sus territorios (ej: contaminación de fuentes de agua). (Hadad y col. en Bautista Duran y col. 2020). En Santiago del Estero, por ejemplo, campesinos del MOCASE (Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero) sufrieron persecución judicial, luego de que la empresa Las Guindas-Aceitera General Deheza (AGD), desmontara más de 700 hectáreas de una familia campesina de productores agroecológicos de apellido Rueda, a la que persiguieron bajo el cargo de usurpación (Hadad y col. en Bautista Duran y col. 2020). Cabe destacar que Aceitera General Deheza es (o era) de la familia del ex senador del Frente para la Victoria, Urquía. 

En Salta la situación de la comunidad Wichi y de campesin@s corrid@s por la expansión de la frontera agropecuaria fue reconocida por la defensoría del Pueblo de Nación como una violación a los derechos humanos en 2.012, en la localidad de Fortín Dragones y en las comunidades de La Chirola, Las Llanas, La Golondrina, La Paloma, Las Moras. Media Luna, Pozo El Bravo, La Fortuna, Monte Seco, Pozo Los Indios y El Vizcacheral. Además de los hostigamientos, sufren el arrinconamiento mediante el cercado de fincas vecinas de grandes finqueros (Aranda, 2015). Apenas estallada la pandemia de COVID19, allá por abril de 2020 la mesa de DDHH de Salta denunciaba la muerte de 13 niños de la etnia wichi en lo que iba del año y denunciaba una abierta complicidad entre los sucesivos gobiernos provinciales y los empresari@s desmontadores: “Éstos son “los mismos que permiten los desmontes ilegales practicados por la agroindustria que destruyen los bosques, que los dejan sin agua y alimentos, que transforman sus territorios en desiertos y causan desastres como las inundaciones que los pobladores del Chaco (salteño) sufren año tras año”.(https://www.pagina12.com.ar/256261-que-el-coronavirus-no-tape-el-hambre-en-el-pueblo-wichi).

Darío Aranda, en su libro Tierra Arrasada relata como empresari@s nacionales y extranjer@s ligados al agronegocio expulsaron a familias campesinas e indígenas en las provincias de Jujuy, Santiago del Estero, Tucumán, Chaco, Misiones, Formosa. Algunas veces lo hicieron a través de matones, otras veces mediante alianzas con los propios gobiernos a través de gendarmería y de la policía. En muchos casos también se valieron de la criminalización de líderes sociales. En varias oportunidades miembros de las comunidades aparecieron asesinad@s (Aranda, 2015). 

Veamos algunos nombres de asesinad@s o herid@s por defender sus tierras (lamentablemente son muchísim@s más que l@s aquí enumerad@s):

- 23/11/2010: Roberto López, de la comunidad la Primavera, muerto por balas de la policía de Formosa en un desalojo en reclamo por sus tierras ancestrales. Al día siguiente Mario López, de la etnia pilagá que viajó para solidarizarse fue atropellado por la policía. https://amnistia.org.ar/el-estado-argentino-debe-actuar-sobre-los-reclamos-de-la-comunidad-qom-la-primavera/

https://www.endepa.org.ar/a-siete-anos-del-asesinato-de-roberto-lopez-en-formosa/

 - 30/03/10: Sandra Ely Juárez, murió de un paro cardíaco frente a una topadora que pretendía desalojarla de sus tierras en Santiago del Estero, tenia 33 años. El enfrentamiento se produjo cuando la empresa Namuncurá S.A intentó el desalojo para sembrar soja en tierras de la comunidad. La policía fue parte de la represión. http://redaf.org.ar/campesina-santiaguena-muere-enfrentando-a-las-topadoras/

- 16/11/2011: Cristian Ferreyra del MOCASE. Asesinado a balazos por Javier Suárez, por defender 2.000 hectáreas de la comunidad originaria Lule Vilela, que el empresario Jorge Ciccioli quería apropiarse. El asesino fue condenado a 10 años, pero su empleador Ciccioli, presunto autor intelectual fue absuelto en un fallo escandaloso. http://www.laizquierdadiario.com/A-cuatro-anos-del-asesinato-de-Cristian-Ferreyra

- 10/12/ 2012: fueron atropellados a modo de amedrentamiento Ricardo Coyipé, su esposa Celestina Jara y su nieta Natalia Lila Coyipe (de once meses) por un gendarme de nombre Walter Cardozo. https://www.ambito.com/informacion-general/formosa-gendarme-atropello-y-mato-una-abuela-y-su-nieta-n3766767

 - 10/01/2013: un mes después del caso anterior, encontraron muerto al sobrino de Félix Díaz, Juan Daniel Asijak, de 16 años al lado de su moto con un fuerte golpe en la cabeza, en un contexto que lleva a la familia a pensar en un asesinato. El juez encargado de investigar las causas de muerte fue el mismo que ordenó el desalojo de la comunidad de sus tierras, el juez Mauriño.

https://comunidadlaprimavera.blogspot.com/2013/01/denunciamos-que-no-existe-justicia.html


- Hadad y col. relataban: 

A finales de 2018, la Comunidad Indio Colalao – Base Monte Bello, perteneciente al Pueblo Diaguita, fue víctima de un desalojo en su territorio (350 ha), en el que hubieron algunos heridos, por parte de las fuerzas de seguridad local. El conflicto se desató porquela justicia dio lugar a los reclamos de propiedad de un empresario desconociendo la vigencia de la Ley Nacional 26.160 y sus prórrogas, que suspende los desalojos de las comunidades. A inicios de 2019, hubo tensiones y en junio se logró que la Justicia ordenara la restitución provisoria del inmueble a la comunidad (Hadad y col. en Bautista Duran y col. 2020).

- Octubre de 2018: Héctor Reyes Corvalán murió tras 10 días de agonía. “La Pastoral Social y de Derechos Humanos de la iglesia de Santiago del Estero y el Mocase denuncian que para desalojar a Héctor Reyes Corvalán lo balearon y prendieron fuego.” Denuncian a la policía de Santiago del Estero junto al empresario Cordobés Néstor Quesada como responsables, con la intención de quedarse con sus tierras. https://www.tiempoar.com.ar/nota/sacerdotes-santiaguenos-denuncian-que-quemaron-vivo-a-un-campesino

https://www.pagina12.com.ar/150557-murio-el-campesino-quemado

 

Conflictos por la tierra y medioambientales.

Según datos de la Red agroforestal de Chaco, en la región chaqueña (definida por la red como perteneciente a las provincias de Chaco, Formosa, Santiago del Estero, Norte de Santa Fe, San Luis y San Juan, Este de Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja, Noroeste de Córdoba y Corrientes), entre 2007 y 2012 hubo al menos 386 casos de conflicto sobre tenencia de tierra (por el espacio) y medioambientales (por algún recurso). De esos se la Red relevó 248 (Figura 10).



Figura 10.Mapa de conflictos identificados y relevados en la región chaqueña por la Red agroforestal de Chaco. Tomada de Redaf, 2013. 


Esos conflictos afectaban a más de un millón y medio de personas al momento de la publicación (2013). Considerando los casos relevados, 127.886 personas se encuentran afectadas por conflictos de tierra en 214 conflictos y 1.499.952 por conflictos ambientales (24 casos). 47.258 personas se encontraban afectadas por conflictos mixtos (10 casos). totalizan 11.824.660 hectáreas involucradas en algún tipo de conflicto (2.791.302 son conflictos de tierra y 10.702.878 ambientales; 1.669.520 se superponen y son mixtos). De los 224 casos que involucran conflictos por tierra (y mixtos) la causa es algún tipo de quebranto a los derechos de campesin@s y aborígenes con relación a la tierra, y que en un 80% se iniciaron a partir del año 2.000 (Redaf, 2013).

En la gran mayoría de los casos el estado falla en reconocer la titularidad de comunidades y familias que habitan esos territorios desde hace al menos décadas, violando nuestra constitución nacional, que establece en el inciso 17 del artículo 75 lo siguiente: 

Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones.

El convenio 169 de la OIT, tratado internacional de DDHH con carácter constitucional refuerza el concepto y por ejemplo en su artículo 14 establece que:

Artículo 14

1. Deberá reconocerse a los pueblos interesados el derecho de propiedad y de posesión sobre las tierras que tradicionalmente ocupan. Además, en los casos apropiados, deberán tomarse medidas para salvaguardar el derecho de los pueblos interesados a utilizar tierras que no estén exclusivamente ocupadas por ellos, pero a las que hayan tenido tradicionalmente acceso para sus actividades tradicionales y de subsistencia. A este respecto, deberá prestarse particular atención a la situación de los pueblos nómadas y de los agricultores itinerantes.

2. Los gobiernos deberán tomar las medidas que sean necesarias para determinar las tierras que los pueblos interesados ocupan tradicionalmente y garantizar la protección efectiva de sus derechos de propiedad y posesión.

3. Deberán instituirse procedimientos adecuados en el marco del sistema jurídico nacional para solucionar las reivindicaciones de tierras formuladas por los pueblos interesados.

Las categorías de los conflictos según Redaf son las siguientes: 

  • Titulación: casos donde la población afectada, con derecho de posesión o preexistencia, reclama y encuentra dificultades para obtener el título de propiedad (19% de los casos). Muchas veces es el propio estado el que les pone las trabas para realizar los trámites como en el caso de Chaco. 

  • Usurpación: casos donde la población afectada tiene la posesión de la tierra, y hay otro que tiene los títulos e intenta hacer o hace uso de ella (25% de los casos).

  • Desalojo: casos donde la población afectada tiene la posesión de la tierra; hay otro que tiene o dice tener los títulos e intenta hacer o hace uso de ella, y existieron acciones para expulsar a todas o a algunas familias (52%). 

  • Sin tierra: Cuando las familias campesinas y/o aborígenes que viven en espacios de dominio público, tierras de terceros o zonas urbanas, buscan y no encuentran respuestas en el gobierno que les permita el acceso a la tierra (4%). 


La problemática afecta a 17.989 familias, de las cuales el 57 % de las familias en conflicto poseen, menos de 100 hectáreas, y el 95 % menos 400 has.

El 70% de los conflictos se dan entre las comunidades y privad@s, el 30% restante el conflicto es con el estado (Redaf, 2013). Sin embargo, como vimos anteriormente el estado muchas veces actúa al servicio de los privados. Ya vimos los métodos utilizados en la lista de asesinad@s por defender sus tierras. Otras formas de violencia e intimidación por parte de privados y estado incluyen: amenazas verbales, intimidación con armas de fuego, destrucción de casas, construcciones, matanza de animales, irrupción compulsiva, alambrado de zonas de pastoreo, caminos y accesos al río y/o lugares sagrados como cementerios, desmontes, robo de ganado, usurpaciones, desalojos, etc.  Y también las acciones de amedrentamiento por la vía jurídica como demandas, armado de causas, etc. (Redaf, 2013)

Una de las leyes que utilizó y utilizan los gobiernos para criminalizar la protesta social es la ley antiterrorista 26.734 de 2011, que incorpora al artículo 41 del código penal el siguiente párrafo (el resaltado es mío): 

Cuando alguno de los delitos previstos en este Código (civil) hubiere sido cometido con la finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo, la escala se incrementará en el doble del mínimo y el máximo. Las agravantes previstas en este artículo no se aplicarán cuando el o los hechos de que se traten tuvieren lugar en ocasión del ejercicio de derechos humanos y/o sociales o de cualquier otro derecho constitucional.”

Esta ley deja a criterio de los jueces si la protesta social es “en ocasión del ejercicico de derechos” o si le cabe la figura de ¡¡terrorismo!!. 

Los conflictos ambientales incluyen la destrucción del ambiente como deforestaciones para realizar tareas como explotación petrolera, las fumigaciones y las contaminaciones que causan problemas en la población, pérdida de cultivos, muerte de animales, etc. Otro caso son obras de infraestructura, por ejemplo endicamientos para desviar arroyos y ríos que provocan inundaciones o falta de acceso al curso de agua. En este caso el 62% de los conflictos son con el estado, el 50% por privados (hay un solapamiento de un 12% que son privados+estado).

Evidentemente el modelo de OGM no fue negocio para campesin@s y pueblos originarios. 


¿Qué pasa con el resto de los productores? 

Tal vez debamos verlo desde el punto de vista de los demás productores. Y para eso vamos a ver qué pasó con la concentración de la tierra. Definamos primero un fenómeno importante que es el de acaparamiento de tierras, que es aquella en la que los países compran enormes extensiones de tierra para abastecer de un determinado producto a sus mercados, y que quedan afuera de los usos propios de la población local: Algunas características son:  

“En primer lugar, son transacciones en gran escala tanto en términos de las tierras como de los capitales involucrados. En segundo lugar, el capital de gran escala tiene origen diverso (nacional, extranjero). En tercer lugar, las operaciones que se realizan involucran modalidades en el “control” de la tierra que comprenden: arrendamiento, agricultura de contrato y compra propiamente dicha. Por último, todo ello se traduce en una intensificación de la concentración y el aumento de la extranjerización de la tierra sumado a las dinámicas que intensifican su control a través de la provisión de insumos y tecnología” (Gorenstein y Ortiz, 2016).


Martín Caparrós lo explica de manera impecable de la siguiente manera: 

Sustracción de tierras rurales por parte de inversores internacionales para darles un uso comercial y expulsar a la gente que tradicionalmente las usaba para ganarse la vida (…) Se llama apropiación precisamente porque no se consulta a la gente que normalmente usaba esa tierra y sus intereses no se tienen en cuenta.

Y, sobre todo porque en general, lo que producen se exporta a los lugares de origen de las empresas que se apropiaron de esas tierras o a otros países ricos y, así, se sacan de la circulación local. Es, de una manera muy directa, muy visible, comida que los habitantes de un país, de una región ya no tendrán porque unos señores más ricos se la llevan para venderla en sus propios mercados. O dicho en bruto: les sacan la comida de la boca. El grado de metáfora es escaso (Caparrós, 2014).

En África se da de manera masiva y con grandes extensiones de tierra de un saque: En el mismo libro explicaban que en el año 2008, los movimientos sociales evitaron que en Madagascar 1.300.000 Ha (la mitad de la superficie cultivable de la isla pasara a manos de la empresa coreana Daewoo). 

Pero es lo que también pasa en Argentina con el agronegocio. Por ejemplo La compañía de agro-negocios estatal china Beidahuang firmó un acuerdo con la provincia de Río Negro para adquirir 320.000 hectáreas para la producción de soja.

https://www.iprofesional.com/notas/121401-Entre-golpes-y-gritos-China-oficializ-que-explotar-tierras-en-Ro-Negro-y-ya-evala-otras-provincias. La presión popular hizo que el acuerdo se suspendiera (Mora, 2019).


El aumento del valor de la tierra es un efecto que claramente es expulsivo para los pequeños productores. Tabla 1 .

“Adicionalmente, mientras que en muchas regiones el precio de la tierra agrícola se mantenía bajo, la percepción de esta como un recurso cada vez más escaso hace plausible incrementos de su valor. Esto creó perspectivas para los inversionistas por rendimientos derivados no sólo de la rentabilidad de la agricultura, sino igualmente del alza del valor de la tierra en sí misma” (Mora, 2019). Es decir, que la tierra se convirtió en un elemento especulativo, que contribuyó a la expulsión de gente por la sola posibilidad de ser una inversión ante la crisis financiera. Los fondos comunes de inversión también son un actor clave en la compra de tierras con fines especulativos (Clapp, 2014).



Tabla 1. Valor de la tierra en dólares en los años 1998, 2011 y 2016. Tomado de Gorenstein y Ortiz, 2016.


Puede verse un elevado protagonismo de los pooles de siembra, que se pueden definir de la siguiente manera: “Se trata de conglomerados empresariales donde confluye tierra, capital, equipamiento y maquinarias, servicios tecnológicos, y financiamiento a fin de alcanzar la escala económica que optimiza el uso del nuevo paquete tecnológico (particularmente, soja transgénica e insumos asociados) y diversificar riesgos de producción (clima, suelos, etc.) (Gorenstein y Ortiz, 2016). No es de extrañar que sólo el 20% de los 57.780 productores de soja, sean los responsables del 72% de la producción (esto corresponde a unos 11.556 productores) (Figura 11)(Storti, 2019).


(Figura 11) Distribución por percentiles de la producción de soja para el año 2016. (Storti, 2019).


Integrando la información expuesta en los gráficos del informe de cadenas de valor de la secretaría de hacienda (hay datos de 2016, 2018 y del promedio de los 3 años, por lo que puede haber un pequeño error de redondeo) podemos ver lo siguiente: para el año  2018 había 57.780 productores, que entregaban la producción a 2.785 acopiadores. Alrededor de un 15% queda como stock, y cerca del 75% va a molienda, para la producción de harinas, pellets y aceites. Existen cerca de 360 plantas aceiteras, que producen aceites y biodiesel. En cuanto a la exportación sólo 5 empresas multinacionales concentraron el 62,5% de las exportaciones (ADM, Bunge, Cargill, Dreyfus y la China Cofco, que compró Nidera); Si le sumamos otras 5 empresas como AGD, Vicentín, Molino Cañuelas, y otras, sólo 10 empresas concentran el 92,3% de las exportaciones (Storti, 2019). Estas empresas son las que se llevan la parte del león, y las mismas que obtienen grandes ganancias a nivel mundial, como puede verse a partir de la Figura 12, tomada del atlas del agronegocio (Herrre en Atlas del Agronegocio, 2018).

Figura 12. Posiciones de las principales trasnacionales exportadoras de materias primas agrícolas a nivel mundial. Tomado del Atlas del Agronegocio, 2018.


En el año 2018 se realizó el censo nacional agropecuario del INDEC. Los números marcan que la cantidad total de establecimientos agropecuarios al 31 de diciembre de 2017 eran de 250.881. Si bien los resultados son preliminares, y puede haber algún tipo de corrección, son un 24,8% menos que los 333.533 que había en el censo 2002, y a su vez ya venían en caída respecto de 1998, como lo vimos en párrafos anteriores (CNA 2002, CNA 2018 - Resultados preliminares: https://cna2018.indec.gob.ar/). Pero el hecho es aún más grave si consideramos los últimos 30 años, en los que se han perdido alrededor de 128.000 establecimientos agropecuarios, en su mayoría correspondientes a la agricultura familiar, bajo formas de producción dependientes de agroquímicos y paquetes tecnológicos (Zuberman y Ramos, 2020).

Está claro, entonces quiénes son l@s que ganan con el modelo de transgénicos (y eso que todavía no hablé de las semilleras, a las que voy a dejar para el último mito). Pero la agricultura familiar es la gran perjudicada (y al menos un 24,7% de l@s productores en general), y se necesitan grandes extensiones para que el modelo le sea rentable al productor. Sin embargo, desde las propias bolsas de granos, y revistas defensoras del agronegocio, hay un acuerdo en que la agricultura industrial tiene altos costos. Un informe de la bolsa de granos de Entre Ríos titulado “Inversión para la campaña 2107/2018, por ejemplo hablaba de un costo de soja y de maíz de 250 y 310 U$S por hectárea respectivamente, sólo en semillas, agroquímicos y fertilizantes (herbicidas, insecticidas, fungicidas y coadyuvantes), gastos requeridos para la cosecha, transporte, comercialización ni el arrendamiento), a lo que sólo en maquinaria hay que sumarle 96 y 89 U$S/Ha respectivamente. Y al final agrega el siguiente párrafo: “Una vez que los productores siembran, lo hacen arriesgando una enorme cifra de capital de trabajo con la esperanza de que el clima y el mercado lo acompañen. No existen seguros acordes al capital invertido y que posean un costo que pueda soportar el productor. Por lo tanto, cuando el escenario climático se torna adverso, se recurren a las Emergencias Agropecuarias y lo único que hacen es prorrogar el vencimiento de los impuestos y no dando una solución al sector productivo.”   http://www.bolsacer.org.ar/Fuentes/siberd.php?Id=929


Acá entramos en una contradicción, porque el mismo sector que apuesta a más OGM y más pesticidas, está dando a entender que el margen no le alcanza para pagar un seguro climático, y que una mala cosecha los arruinaría. ¿O tal vez está diciendo que los márgenes relativos son bajos para la enorme inversión? 

¿Cuánto gana un pequeño productor? En un artículo escrito por Medardo Ávila-Vázquez titulado “¿Cuánto gana, cuánto trabaja y cuántos son los sojeros?”, menciona la siguiente respuesta “Entre las respuestas a la pregunta se encuentra el análisis del economista cordobés Fernando Oviedo  en que se llega a la conclusión que un productor dueño de un campo de 200 hectáreas en la zona núcleo alcanzaría, este año una renta mensual de 480.000 pesos por mes (7.620 dolares por mes)”, libres de impuestos produciendo sólo durante cuatro meses para el año 2.019-2.020. http://reduas.com.ar/cuanto-gana-cuanto-trabaja-y-cuantos-son-los-sojeros/

Si miramos la figura 13, y tomamos esos valores, da una ganancia de similar magnitud, aunque un poco menor, de U$S 284/hectárea, y dividido por 12 meses, es termina quedando U$S 4.734 por mes por ese campo de 200 hectáreas. En el artículo “Cuánto gana... “ Ávila Vázquez relata los dichos del político y productor agropecuario Néstor Roulett, que dice que el campo pierde U$S 32 por hectárea. No es muy creíble pensar que el campo (y no me refiero a los campesin@s, sino a los dueños de la tierra) pierdan plata. De hecho, muchísima gente arrienda campos y recibe una buena renta por alquilar la tierra. 

Si tomáramos por ciertas las afirmaciones de que el campo pierde plata (y claramente no las tomo como tal), o que no puede costear un seguro climático, evidentemente los márgenes de ganancia no son tan fantásticos como la industria de los pesticidas quieren hacernos creer. Está más que claro que el campo es negocio, pero la enorme pérdida de establecimientos agropecuarios no puede ser obviada, y claramente no es lo mismo para l@s dueñ@s de los campos que para las personas que arriendan campos. 

Igualmente, quiero aclarar que nunca trabajé en el campo, y sinceramente carezco de conocimientos para hacer un análisis de costos y no hacer agua por todos lados. Por eso, confío en los datos de esta publicación de la bolsa de cereales de Rosario de Calzada y Corina, para ver cómo se compone la ganancia de un productor. Puede verse que el costo de arrendamiento de un campo de trigo y soja para la campaña 20/21 representa alrededor de un 40% de la producción de trigo, y un 53,3% de la de soja para los rindes esperados según esta publicación, pero lo que es interesante es que con esos valores, al que trabaja en un campo arrendado, le queda "apenas" el 8,6% del ingreso (Figura 13). Puede verse que sólo los insumos representan el 45% de los costos (sin contar siembra ni pulverización), que para el caso de campos alquilados hay que sumar los costos de alquiler (Calzada y Corina, 2020). Visto desde la mirada opuesta, es decir del dueño de la tierra que ya no produce: “En este contexto, para muchos pequeños propietarios resultó más rentable abandonar la actividad y optar por arrendar sus campos a grandes productores, incorporando sus pequeñas parcelas al cultivo de soja a gran escala” (Zeolla, 2013). Es decir, en este caso, los dueños de la tierra prefieren eliminar el riesgo y alquilársela a grandes pooles de siembra, que al escalar su producción convierten esos “bajos” (lo voy a poner entre comillas) márgenes en ganancias multimillonarias. Esta posibilidad de incorporar tierras en grandes pooles y este aumento generan presión por nuevas tierras para cultivo.   

Según Zeolla, “El mayor costo de los arrendamientos se transmiten al resto del sector, obligando a productores de otras actividades (cría de animales, producción de verduras y hortalizas, etc) a pagar arrendamientos equivalentes a la producción de soja” (Zeolla, 2013).

Medardo Ávila Vázquez lo dice con una mirada más directa:

”Miles de ex-agricultores ahora son propietarios rentistas que no trabajan sus campos, que los alquilan a otros grandes productores vecinos o a pooles de siembra que los explotan por su cuenta y les pagan por ello.

(...) De pronto decenas de miles de familias, que antes eran agricultores, son ahora también socias directas del agronegocio y amparan las fumigaciones con agrotóxicos porque viven parasitariamente de la agricultura tóxica y defienden sus intereses, antes la mayoría de sus abuelos y padres fueron agricultores de la FAA hoy aliada a la Sociedad Rural y a los monopolios de los agrovenenos y el comercio exterior."


Figura 13. Márgenes del productor en la zona núcleo en base a datos de BCR(Calzada y Corina, 2020)


Volviendo a la mirada del productor, en Córdoba, en un artículo de 2018, el periodista especializado en campo, Matías Longoni calculaba para la provincia de Córdoba, a los alquileres como de alrededor del 30% de la producción, superando incluso a las retenciones de dicho año (https://bichosdecampo.com/a-cuanto-la-hectarea-te-la-alquilo-por-1-tonelada-de-soja/). En 2013, el costo de arrendamiento para otras zonas del país también superaba el 30% del costo total (Zeolla, 2013). No es de extrañar que muchos pequeños productores estén buscando las formas de reducir semejantes costos. 


Pero además hay un costo que nunca se contabiliza y es lo que se denominan intangibles ambientales, es decir aquello que se exporta con los granos y que son obviados, como por eejemplo determinados nutrientes de la tierra cuyo costo de reposición no es tenido en cuenta por el dueño del campo y que en realidad los estamos pagando tod@s y de los que hablaremos en el mito número 4. 



¿Y la agroecología? 

Much@s productores decidieron probar otras formas de producción agrícola, y por suerte hubo ingenieros agrónomos que acompañaron. Y aquí surge la agroecología como un paradigma opuesto al agronegocio. Hasta hace un tiempo en mi desconocimiento, pensaba que lo agroecológico era un sinónimo de lo orgánico, aunque sin las costosas certificaciones, pero en realidad no es así. No es solamente producir sin agrotóxicos, sino que la agroecología es un concepto que busca generar nuevos agroecosistemas con una mirada más integradora y multidisciplinaria. Según palabras de Pengue: 

La agroecología dialoga en forma permanente desde el punto de vista científico, bajo el paraguas de una orquestación de ciencias, con la agronomía, la ecología, la economía ecológica, la etnoecología,la ecología política, la historia agrícola, la sociología y otras tantas disciplinas procedentes tanto desde las ciencias sociales, como de las ciencias naturales y exactas. Es una mirada de sistema complejo. Que obliga a la ampliación del conocimiento científico y aboga en contra del reduccionismo y el análisis parcializado. Pero además produce sus propios instrumentos, metodologías y herramientas de análisis para ayudar a comprender en su enfoque holístico, a todo el sistema de producción agrícola y no en compartimientos estancos (Pengue, 2020)”.

Lo más importante es que lejos de buscar soluciones complejas y hasta a veces ridículas como hace la agricultura industrial utiliza recursos, y articula con poblaciones y saberes locales para obtener un mejor manejo de los agroecosistemas, y busca la sustentabilidad por sobre la productividad. También es importante el aspecto de que la producción y el consumo son locales, en sintonía con la soberanía alimentaria, y contraria a la agricultura industrial extractivista, orientada hacia mercados de exportación. Citando nuevamente al artículo antes mencionado:

“La agroecología aboga por el acceso a todos los recursos naturales, especialmente la tierra, el agua y los recursos genéticos y promueve allí donde no se ha hecho una reforma agraria integral, que produzca el necesario anclaje social en el territorio, devolviéndoles su autonomía y funcionalidad para garantizar el fin supremo de sus objetivos que es la soberanía alimentaria” (Pengue, 2020).

Por eso cuando se habla de transición agroecológica, es porque los agricultores de ese establecimiento están avanzando hacia ese agroecosistema que debe cumplir con una serie de principios para ser considerado agroecológico, que según Pengue son: 

“Los principios agroecológicos, en su componente ecológica deben ayudar a garantizar que en la finca o el establecimiento agropecuario se cumplan un conjunto de consignas, que permitan el logro de estabilizar el agroecosistema, el flujo biofísico, la eliminación total del uso de agrotóxicos, fertilizantes, aceites minerales y coadyuvantes sintéticos y promover el uso de los recursos locales y la incursión de métodos adaptativos a las condiciones locales. Sumado a ello, el buen trato incluye obligatoriamente el respeto de la salud integral y el bienestar animal, imprescindibles para el desarrollo integral de la finca y la recuperación de vitales servicios ecosistémicos” (Pengue 2020). 

Como se verá, no es lo mismo que orgánico, ya que un producto orgánico puede (o no) estar destinado netamente a la exportación, o incluso pueden ser productos destinados a una elite. 

Por lo escrito hasta aquí, parece que la agroecología nunca podría competir económicamente y servirle a los productores pequeños y medianos y obtener ganancias con la misma. Pero no parece ser lo que dicen algun@s ingenieros agrónomos como Martín Zamora y Agustín Barbera del INTA. En 2019 junto a colaboradores, publicaron los informes de un modelo de transición agroecológica vs agricultura tradicional en Bragado para un establecimiento de 1230 hectáreas. Era un establecimiento agrícolo-ganadero que empezaba a tener algunos problemas como un alto costo productivo y altísimo riesgo. La metodología clásica empezaba a mostrar baja eficiencia para la actividad agrícola y ganadera. Mediante una transición ecológica de 3 años, evidenciaron rendimientos levemente superiores al sistema convencional (figura 14), aunque claro está, sin todos los insumos importados carísimos ni esa sopa tóxica de agroquímicos (sólo utilizaron agroquímicos en la primera etapa del primer año de esta transición, y en cantidades muchísimo menores que el sistema tradicional) (Barbera y col. 2019). 



Figura 14. Representación gráfica de MB y ROI de la secuencia de cultivos presentados con una duración de dos años en el sistema convencional y en un sistema de transición ecológica (Tomado de Brabera y col. 2019).

Los márgenes brutos y los retornos de la inversión [ROI = (Ganancia-inversión)/inversión] significan cuánto porcentaje se ganó respecto de lo invertido: En naranja lo convencional, en verde la transición agroecológica. Primer año ROI: 63,2% vs 68,9%; segundo año: 45,6% vs 46,5% y acumulado: 54% vs 57,9%. Esto significa que el productor recuperó lo invertido y que le quedan los números informados de ganancia, ya que incluye costo de cosecha y flete (al margen de otros impuestos).


En el primer congreso argentino de agroecología de 2019 en Mendoza, Martín Zamora y col. presentaron un resumen de su trabajo en el INTA Barrows, cerca de la Localidad de Tres Arroyos, Provincia de Buenos Aires. Utilizando dos tipos de sistemas de transición agroecológica (TAE) vs la siembra industrial de trigo actual (con enormes cantidades de pesticidas), logró obtener resultados económicos mejores, reduciendo los costos, riesgos, y el impacto ambiental (Figura 15). La conclusión del trabajo es la siguiente: “Estos resultados, junto a otros obtenidos en campañas anteriores, indican que es posible, utilizando modelos TAE, obtener cultivos que presenten muy buena rentabilidad, estabilidad de rendimientos y menor riesgo productivo. Además, aplicando conceptos o principios basados en la agroecología, es posible un menor impacto sobre el ambiente debido a una disminución en el uso de insumos y energía externa, pero utilizando estrategias necesarias para el fortalecimiento de los procesos naturales y la interacción entre los componentes del sistema” (Zamora y col. 2019).




 

Figura 15. Resultados económicos para los diferentes trigos Actual (industrial), TAE rolado, TAE pastoreo (transiciones agroecológicas). Tomado de Zamora y col. 2019.


Pero estas no son las únicas experiencias positivas a nivel económico. En una nota para la revista la Vaca, el periodista Sergio Giancaglini comenta una serie de experiencias agroecológicas en Guaminí. Una de las experiencias que relata es la del establecimiento La Aurora, en la que asesorados por el Ing. Agr. Eduardo Cerdá y utilizando diversas combinaciones de cultivos, lograron rendimientos ligeramente inferiores a los de los campos fumigados (5.119 kg x ha. vs 5.423 kg x ha. respectivamente), pero con costos muchísimo menores (149 U$S x ha. vs 417 U$S x ha. respectivamente), totalizando un margen bruto de ganancia de 762 U$S/hectárea del campo agroecológico contra 549 U$S/hectárea del campo con el sistema de agroquímicos. Por cada dólar invertido, el campo agroecológico devolvió 5,15; mientras que el convencional devolvió 1,31 (http://www.lavaca.org/mu106/campo-recuperado/)

La transición hacia la agroecología es esencial para resolver problemas ambientales, pero también para evitar que el campo siga concentrándose en pocas manos. Por eso debemos valorar la acción de asociaciones como el RENAMA (Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología), que sigue asesorando a diferentes productores, permitiendo el intercambio de experiencias, y que tiene a la transición agroecológica como un objetivo central. Su presidente Eduardo Cerdá, comentaba en un artículo escrito en el blog el cohete a la luna, que “Cada vez tenemos menos productores (en 16 años desaparecieron 80.000), porque las inversiones necesarias para producir bajo este enfoque, han aumentado mientras que los brutos se han reducido. Miles de productores fundidos han tenido que retirarse de la agricultura y vender sus campos a productores más grandes. La tierra se encuentra en un proceso de concentración en menos gente, despoblando el campo de agricutores.” https://www.elcohetealaluna.com/y-si-pensamos-otra-agricultura/

Y en el mismo artículo llama a mirar más integralmente la agricultura, ya que el modelo industrial en algunas zonas no llega a cubrir sus costos. 

Podemos ver que en el modelo de agricultura transgénica los que más ganan son l@s megaproductores, pooles de siembra, grandes productores (y las semilleras, sector financiero y empresas de agroquímicos y fertilizantes, obviamente). Algunos inescrupulosos además se valen de la corrupción para recibir créditos millonarios del estado con la connivencia de funcionarios, o la entrega de terrenos para la construcción de puertos exportadores. 

Para establecimientos medianos y chicos, la agroecología puede ser una actividad mucho más rentable (en todo sentido) y que lejos de ser una ayuda, los paquetes tecnológicos de organismos genéticamente modificados y agrotóxicos son un costo enorme que les quita enormes porcentajes de ganancias. Pequeños productores, indígenas y campesinos son expulsados por el modelo, que además, al transferir sus costos a toda la cadena, aumentan el costo de la tierra y de otras ramas de la agricultura, así que considero al segundo mito como refutado.

De yapa comparto el enlace a este video del INTA Barrow, en el que Martín Zamora comenta una de las experiencias. 



Capítulo 4. 

Mito 3. Sobre la eficiencia y la deforestación



1) Los cultivos transgénicos permiten aumentar la producción de alimentos y así paliar el hambre de la población

2)  Los  transgénicos permiten aumentar ganancias y los beneficios de los productores.

3) El aumento de la eficiencia en la producción de alimentos permite hacer un mejor uso de los recursos, disminuyendo la presión sobre suelos y la necesidad de deforestación

4) La siembra directa con utilización de transgénicos sirve para usar menos pesticidas y evitar la erosión del suelo.

5) Los transgénicos son seguros para el medioambiente y la salud

6) Las empresas generadoras del evento transgénico tienen derecho a cobrar regalías por la obtención del evento transgénico.


Este mito ya fue parcialmente refutado al hablar de los conflictos de tierra. Como vimos anteriormente, existe una presión creciente por incorporar nuevas tierras a la producción de commodities, con expulsión de campesin@s, pueblos originarios, desmontes, con la expansión de la frontera agropecuaria a través de la pampeanización y agriculturización/sojización.

El propio PEA2 reconoce el proceso de agriculturización, al afirmar que: 


“Hay dos factores clave que definieron la actual situación de la ganadería. El primero fue el desplazamiento hacia la agricultura permanente de 13,5 millones de hectáreas que estaban en rotación agrícola ganadera, es decir que sostenían antes de ese proceso una superficie de pasturas de excelente calidad forrajera, sobre la cual se realizaba la recría y terminación “a pasto” de la mayoría de la producción ganadera.

Esta reducción de la superficie ganadera no estuvo acompañada con la consecuente disminución del stock. Junto a los precios agrícolas, las técnicas de suplementación estratégica y la aparición de una “agricultura ganadera”, el stock ganadero, pese a la disminución de la superficie, siguió creciendo. Esto significó que en los campos se aumentara la carga animal.

El segundo factor fue la sequía prolongada que comenzó en el 2006 y tuvo su máxima expresión en la primavera-verano del año 2008. Los años de sequía provocaron estragos en los rodeos por falta de pasto y agua. Los análisis del INTA muestran claramente que los efectos negativos de la sequía tuvieron su mayor impacto precisamente en aquellas zonas con mayor sobrecarga de hacienda” (PEA2). 

¿Y qué es la agricultura ganadera? Es un eufemismo para nombrar a una espantosa técnica de producción ganadera llamada Feed Lot, que dicho en lenguaje coloquial es encerrar a las vacas en corrales en condiciones de hacinamiento, y alimentarlas con los granos producidos por el agronegocio. 

O sea que 13,5 millones de hectáreas de pasturas destinadas a la ganadería se destinaron a la producción de soja, ¿Eso significa que se dejó de deforestar debido a la enorme cantidad de nuevas tierras producto de hacinar a las vacas? Bueno, a decir verdad no. Al respecto Walter Pengue dice lo siguiente: 

“En Argentina, el cambio de uso del suelo es resultado en especial de las presiones de la deforestación. FAO ha informado que en 1990 Argentina tenía 34,7 millones de hectáreas de bosques naturales y ahora, 25 años después, esa cifra se redujo a 27,11 millones de hectáreas. Es decir, en un cuarto de siglo el país perdió el 22 % de sus bosques, unas 7,6 millones de hectáreas. 

Mientras el mundo desarrollado, propone “ahorrar” año a año las hectáreas destinadas a la producción de biomasa, los países en vías de desarrollo, en especial los de América Latina, sostienen la vieja perspectiva de que la transformación de bosques y selvas, y su conversión en tierras agrícolas es una oportunidad que no deben perder. Aunque es evidente que hay ecorregiones enteras sin suficiente estabilidad como para soportar la transformación agrícola intensiva que se propone, esa perspectiva no cambia” (Pengue, 2017).

Pero por otro lado, si hablamos de la flora nativa, claramente la agriculturización genera una mayor degradación de nuestro ya castigado ecosistema pampeano, así como otras zonas de pasturas en el país. El pastizal pampeano es una región de amplia biodiversidad con más de 1000 especies de plantas vasculares, y más de 300 especies de aves (Morello y col. 2012).

En una de las primeras páginas de la guía para el reconocimiento de herbáceas de la Pampa deprimida, Germán Roitman lo describe de la siguiente manera: 

"Pastizal, desde el punto de vista botánico, es un territorio en el que existe una cobertura herbácea, o con intervención poco significativa de plantas leñosas bajas. Un pastizal utilitariamente es un área susceptible de ser pastoreada en un periodo o en la totalidad del año. Los pastizales pueden estar compuestos mayoritariamente por especies anuales o bienales, por especies herbáceas perennes o bien por combinaciones de todas ellas. Los pastizales anuales son típicos de la región mediterránea y se consideran como una selva en miniatura por la diversidad florística que encierran, principalmente de leguminosas y gramíneas. (...) Es el bioma herbáceo más importante del país, aunque presenta el mayor grado de modificación del hombre; casi no hay áreas que mantengan la formación primitiva. La cubierta original ha sido reemplazada por cultivos o modificada por el pastoreo" (Roitman, 2012).

La conversión de esas pasturas en terreno de agricultura, y encima con el uso de agroquímicos, es la sentencia de muerte para una enormidad de plantas de pastizal pampeano, así como para cientos de especies de fauna asociada a pastizales y a las lagunas temporales que se generan a lo largo de estas áreas. A eso hay que sumarle la deforestación adicional por la pampeanización y agriculturización de zonas de bosques.

Sin romantizar la ganadería, que en muchas ocasiones utiliza pasturas exóticas implantadas con daño ambiental, o hasta incluso quema de pastizales, existen experiencias que intentan compatibilizar la ganadería con ambientes de pasturas naturales, en lo que se llama ganadería de pastizal. Un ejemplo de esto es la experiencia de Alianza del Pastizal, que si bien tiene su costado muy polémico (certificaciones y un precio bastante inflado, probablemente por caer en formadores de precios cartelizados como los supermercados como canal de venta en nuestro país), estimula la conservación de pastizales naturales en regiones de Santa Fé, Entre Ríos, formosa, Río Grande do Sul y Uruguay y brinda herramientas para diferenciar pastizales en buen estado de conservación de otros tipos de pasturas (Parera y Carriquiry, 2014). 

Hay especies que sin el pastizal se extinguirían, como por ejemplo el venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), el tordo amarillo (Xanthopsar flavus), dos especies en peligro de extinción. 

Acá quiero hacer una aclaración importante porque existen muchos textos importados que no analizan la realidad de nuestros ecosistemas locales, que promueven plantar árboles en donde sea y de la especie que sea para luchar contra el cambio climático. El pastizal es un ecosistema esencial para su mantenimiento. No se deben convertir pastizales en bosques, ni bosques en pastizales, ni bosques ni pastizales en cultivos. El cambio de uso de suelo es el problema. Y acá tiene mucho que ver la falta de conocimiento de mucha gente, que desconoce la importancia de estos lugares.
“En la naturaleza, todos los animales y plantas, cada lugar del paisaje: bosque, laguna, prado, arroyo, cada forma y cada sustancia, hace algo que contribuye a mantener la totalidad, todos hacen al orden, todos son necesarios”, dice el naturalista Ricardo Barbetti, maestro de much@s y figura clave del ambientalismo que nos enseñó a tener una mirada más abarcativa y ecosistémica (Barbetti, 1995).

La gente que no conoce estos ambientes, considera al pastizal, al igual que a los humedales costeros, como “yuyales”, o “lugares en los que no hay nada”. Incluso dentro de algunas ONGs “ambientalistas” vemos miradas estrechas  que llevan a que por ejemplo vean bien las “compensaciones ambientales” y que no miren con malos ojos destruir un pastizal en buen estado de conservación a cambio de forestar una zona equivalente. Esos “yuyales” son lugares esenciales para la supervivencia de una enormidad de especies como las mencionadas más arriba, pero también especies como el ñandú (Rhea americana), otras aves, mamíferos, y una enorme cantidad de insectos.

Uno de los principales problemas ambientales a nivel mundial es la acelerada pérdida de biodiversidad. Sólo en los últimos 100 años perdimos más biodiversidad de vertebrados de la que corrrespondería a la tasa de extinción basal de un período de entre 800 y 10.000 años (Ceballos y col. 2015). Para el caso de atrópodos, también existe una disminución. Científic@s alemanes analizaron el efecto de los diferentes usos del suelo sobre unas 2.700 especies de artrópodos en 150 zonas de pastizal y 30 de bosques durante los años 2008 y 2017 y 110 áreas adicionales de bosque durante 2008 a 2014. Encontraron una disminución de la biomasa de artrópodos, del número de especies presente y del número de individuos totales del 67%, 34% y del 78% respectivamente en pastizales y del 41% (biomasa) y 36% (número de especies) para bosques. Para el caso de pastizales, estas disminuciones eran mayores a medida que aumentaba la proporción de tierras arables, y estarían asociadas a los efectos de la agricultura (Seibold y col. 2019).  

La pérdida de pastizales es una tragedia ambiental, ya que es un ecosistema enormemente degradado. Medán y col. hacen una excelente descripción acerca de historia y los impactos  de los cambios en el uso del suelo en la región pampeana. Al año año de publicación del estudio (2011), más del  90% de las tierras de la ecorregión pampeana ya habían sido degradadas para ser convertidas a la producción agrícolo-ganadera. Y describe al menos tres fases: 


1) Pampas originales: la primera la etapa anterior al 1.600, de bajo impacto hasta la introducción del ganado vacuno. 


2) Fase de expansión de la agricultura: Sin embargo, la aceleración en el cambio de usos del suelo empezó a finales del siglo XIX, donde las tierras pampeanas destinadas a la agricultura pasaron de menos del 10% en 1880, a entre el 30 y el 60% para 1930, y entre el 40 y el 60% para finales de los 80 (las variaciones corresponden a las diferencias según la subunidad analizada). Para esta etapa existían pastizales naturales y corredores que los conectaban. Existía degradación por la invasión de especies exóticas derivadas de las pasturas implantadas (que desplazaron a pasturas autóctonas). 


3) Fase de intensificación: Se eliminó la rotación agrícolo-ganadera y se pasó a un esquema de agricultura pura con aumento de las superficies de los campos. Disminuyó la proporción de áreas no cultivadas y la biodiversidad, con extinciones locales de aves y mariposas, entre otros grupos taxonómicos.

(Medán y col. 2011). 


La agricultura es reconocida como una de las principales causas de pérdida de biodiversidad a nivel mundial, ya sea por labranza, uso de pesticidas, fertilizantes, y en el caso de humedales, drenaje de los mismos (Mc Laughlin y Mineau, 1995). En el caso de los pastizales sudamericanos (una región que además de la Pampa incluye zonas de Corrientes, Brasil  y Uruguay), la conversión de pastizales para la agricultura generó una disminución del 70% de las especies de aves de pastizal, siendo reemplazadas en muchos casos, aunque en menor medida por aves generalistas (Azpiroz y col. 2018).

Eso no significa que la ganadería sea de bajo impacto, pero con un buen manejo, el uso de pastos autóctonos, sin fuego, y una adecuada rotación permite reducir el impacto, y hasta ser compatible con programas de conservación de especies en peligro de extinción como el venado de las pampas (Pérez y col. 2007). Sin embargo, un mal manejo de la ganadería también es devastador, tanto en pastizales pero sobre todo en humedales, en donde el pastoreo intensivo tiene efectos muy negativos sobre la biodiversidad (Magnano y col. 2013). Para el caso del Delta del Paraná, entre el año 1.999 y 2.009 al menos se triplicó la cantidad de cabezas de ganado en humedales, llegando a la cantidad de un millón (Ceballos y col. en Athor y col. 2014). Aunque otros estudios hablan de aumentos mayores y que se llegó a la cifra de 1 millón y medio de cabezas de ganado en 2007 (Quintana y col. 2014). Un espantosos artículo de la revista Infocampo, con total descaro festejaba la implantación de pasturas exóticas en sistemas deltaicos. https://www.infocampo.com.ar/islas-arboles-forrajes-ganaderia-una-ecuacion-perfecta-en-el-delta-del-parana/. Durante esta pandemia de COVID19 Podemos ver las fotos de l@s delincuentes que están incendiando pasturas en el Delta desde Santa Fé a Buenos Aires  para extender la ganadería (un imputado es el empresario Baggio).  https://radiofonica.com/imputaron-a-siete-personas-por-los-incendios-en-las-islas/. El año 2.008 había sido un año sin precedentes en cuanto a la cantidad de incendios, por quema de pastizales para actividad ganadera (Quintana y col. 2014). Este año (2020) lo superó (Figura 16). 



Figura 16. Focos de calor en humedales del Delta del Paraná del 13 al 19 de julio. Fuente: Monitoreo semanal del sistema de humedales del Río Paraná del territorio denominado PIECAS-DP (PLAN INTEGRAL ESTRATÉGICO PARA LA CONSERVACIÓN Y APROVECHAMIENTO SOSTENIBLE EN EL DELTA DEL PARANÁ) del Museo de Ciencias Naturales “A. Scasso“. Si bien no todos corresponden a incendios, en los cuadros del al lado, figura el nivel de confiabilidad de los datos, siendo la gran mayoría de alta confiabilidad. 


Fuera de las pampas, más bien en la región del gran Chaco, la ganadería (o más bien l@s ganader@s) produce quema de pasturas para obtener brotes tiernos para el ganado, que además queman enormes áreas de bosque (Figura 17 y video 2). En las Sierras cordobesas, también existen delincuentes que queman pasturas para ganadería generando incendios, como los Becerra, que tuvieron más de 200 incendios y que hasta corren a tiros a l@s bomber@s.

https://periodismoambiental.com.ar/los-caballeros-de-la-quema/

https://www.eldiariodecarlospaz.com.ar/sucesos/2017/9/8/pampa-de-achala-investigan-una-familia-que-habria-iniciado-los-incendios-42611.html

 



Figura 17. Quema de pastizales y bosques en la Provincia de Chaco, camino a Formosa (marzo 2020).




Video 2. Resultado de quemas en el monte chaqueño.


La agricultura industrial ha llegado al punto de plantar soja u otros cultivos hasta en las banquinas de los caminos, cuya función debería ser la seguridad vial, no el agronegocio. https://colonbuenosaires.com.ar/elfaro/en-territorio-bonaerense-se-alquilan-hasta-las-banquinas/

Pero además los bordes de caminos rurales muchas veces eran los últimos relictos de biodiversidad que dejaba la agricultura (Herrera y col. 2017). Ahora ni siquiera esos pequeños espacios quedan sin degradar. Igualmente, lo esencial son más áreas protegidas y un mejor manejo de los pastizales. La UICN recomienda aumentar el área de de superficie protegida de pastizal pampeano, que actualmente sería de entre el 0,05 y el 1,2% según distint@s autores. Esta variabilidad entre los diferentes trabajos estaría dada por las diferencias en las áreas consideradas originalmente como parte del pastizal pampeano, que rondan las 40 millones de hectáreas, y la forma de considerar las áreas protegidas sin un adecuado plan de gestión y protección efectiva (APN, 2007; Azpiroz y col. 2018;Brown y Pacheco, 2005; Burgueño, 2014). Es decir, lo que comunmente, en palabras de la Red de Áreas Protegidas Urbanas (RAPU) se conoce como reservas de papel, que día a día son degradadas con la connivencia y/u omisión por parte del estado. Lo cierto es que se recomienda que cada ecorregión tenga una representación de áreas protegidas mayor al 15% a nivel nacional (APN, 2007). 


Respecto de los bosques en sí, en el artículo “Espacios verdes contra el cambio climático. La fijación del carbono, estuvimos analizando bibliografía que remarcaba la deforestación en nuestro país, incluso con datos oficiales, que ponen de manifiesto el escaso interés en controlarla, a pesar de conocer detalladamente el problema. No por nada, siguen emitiendo permisos de deforestación.  (https://jardin-nativo.blogspot.com/2019/06/espacios-verdes-contra-el-cambio.html)

Por ese motivo, decidí armar una figura combinada que muestra el mapa de la  deforestación entre 1998 y 2016 con el área sembrada de soja en la campaña 19/20 (Figura 18). 

Figura 18. Deforestación 1998-2016 vs área sembrada de soja (figuras tomadas de Lende, 2018. y del informe Cierre de Campaña soja 2019/20 de la Bolsa de cereales de Buenos Aires). 


Un comentario al respecto. Hay zonas en las que históricamente ya se cultivaba soja (u otros granos), o se hacía ganadería como Buenos Aires, sur de Santa Fé y parte de Entre Ríos. En esos lugares no vamos a ver deforestación porque no ocurrió durante 1998-2016, sino antes, o porque era parte del pastizal pampeano. Y por otro lado, hay zonas en el mapa de la soja que no tienen información y aparecen en gris. 

Pero miremos las zonas de color rojo, y particularmente las localidades con mayor deforestación, que tienen números del 1 al 6. Todos tienen una tonalidad de verde que va del verde claro al verde intenso en el mapa de soja. Las localidades pertenecientes al sexteto del espanto son Anta (Salta): 618.019 Hectáreas deforestadas, seguido de Moreno (Santiago del Estero): 531.650. luego peleando cabeza a cabeza vienen los otros 4 departamentos: General San Martín (Salta) con 303.567, Alberdi (Santiago del Estero) con 266.387, Patiño (Formosa), 260.409 hectáreas y en el sexto lugar Almirante Brown (Chaco) con 255.164. ¡¡Un repudio para estos municipios y para todos los demás que están coloreados!! Son merecedores del premio al subdesarrollo. 

El dibujo de la deforestación nos dice que en buena parte de las tierras deforestadas se plantó soja, sobre todo en la región chaqueña.

El límite al agronegocio está dado porque hay lugares donde la soja no crece. Y si no, miremos cómo festejaba el gobierno en 2.015 el desarrollo de una soja resistente a la sequía (que además es resistente a agrotóxicos), con el objetivo de extender el agronegocio hacia zonas más áridas, a partir de investigaciones de la científica Raquel Chan (Dezar y col. 2005; González y col. 2019).  

https://www.unl.edu.ar/noticias/news/view/soja_resistente_a_sequ%C3%ADa_un_desarrollo_que_naci%C3%B3_en_la_unl#.XxdLhtJKi1s


Es decir, que la sojización produjo pérdida de bosques, y de pastizal pampeano, afectando severamente a estas ecorregiones. También desplazó parte de la ganadería a otras regiones como el Delta (a la que un grupo de delincuentes ganaderos y “desarrolladores” inmobiliarios sigue incendiando). Por otro lado, el efecto de despoblación de los campos, que vimos en sectores anteriores, desplaza gente hacia las zonas urbanas, y el crecimiento de las ciudades es otro factor de degradación del ambiente, por el proceso de geofagia. Para el caso de Buenos Aires, se observa que la presencia de aglomerados urbanos es un factor de degradación de los ambientes silvestres y rurales circundantes, y que este avance de las ciudades sobre estas áreas, por ejemplo en los parcelamientos no está relacionado con cuestiones de necesidad, sino más bien con especulación inmobiliaria (Morello y col. 2000).  

¿Realmente podemos pensar que el aumento de la eficiencia de los cultivos genéticamente modificados va a permitir reducir la presión sobre los ecosistemas y la deforestación? Ya vamos tachando este mito ridículo. 

Tal vez sea un golpe bajo, pero cuando hablamos de desmonte, esta es la técnica cruel que se utiliza, con cadenas que destruyen todo a su paso (Video 3). En esta nota puede verse el proceso y el testimonio de l@s damnificad@s. 



Video 3. Nota del programa CQC de 2016 en el Chaco salteño. 


Capítulo 5

Mito 4. La siembra directa y los paquetes tecnológicos permitirán la utilización de menor cantidad de pesticidas y evitar la erosión del suelo. 


1) Los cultivos transgénicos permiten aumentar la producción de alimentos y así paliar el hambre de la población

2)  Los  transgénicos permiten aumentar ganancias y los beneficios de los productores.

3) El aumento de la eficiencia en la producción de alimentos permite hacer un mejor uso de los recursos, disminuyendo la presión sobre suelos y la necesidad de deforestación

4) La siembra directa con utilización de transgénicos sirve para usar menos pesticidas y evitar la erosión del suelo.

5) Los transgénicos son seguros para el medioambiente y la salud

6) Las empresas generadoras del evento transgénico tienen derecho a cobrar regalías por la obtención del evento transgénico.


Para dilucidar si este mito es veraz o no, vamos a volver a hablar de los intangibles ambientales, que es aquello que se exporta con los granos, y que no es tenido en cuenta a la hora de hacer los balances. 

Un ejemplo es el suelo virtual, que es un parámetro que permite cuantificar todos los nutrientes que se extraen de la tierra y se exportan con las cosechas. Zuberman hace una aclaración importante sobre ese concepto, y es que el suelo virtual tiene en cuenta los minerales contenidos en las exportaciones, pero no necesariamente es un balance, ya que por ejemplo fenómenos de erosión posterior pueden hacer que subestimemos este número, debido a que el parámetro

no está cuantificando la alteración en el balance nutricional que pueda sufrir el suelo por encima de eso. Todo tipo de deterioro en la caja de nutrientes del suelo que se deba a la mineralización acentuada de la materia orgánica, por un uso cada vez más intensivo del suelo, la nitrificación, la baja en la disponibilidad de Fósforo por cambios en el pH y su adsorción a los coloides, o el deterioro de los macroagregrados, no se estaría cuantificando dentro de este indicador. A su vez la erosión (hídrica o eólica) también representa pérdidas de suelo que no están siendo cuantificadas pero que bien podrían empezar a correlacionarse.” (Zuberman, 2019). 

Walter Pengue analiza este fenómeno de manera global en su interesantísimo libro “el Vaciamiento de las Pampas: La exportación de Nutrientes y el Final del Granero del Mundo”, publicado en el 2017. 

“A pesar de estas fuertes transformaciones, un componente esencial que atenta contra la estabilidad del propio sistema rural argentino (y de hecho latinoamericano), se relaciona con los intensos cambios en el uso del suelo y por el otro lado, está ligado a la creciente salida de nutrientes y degradación de los suelos de la planicie chacopampeana, poco considerada en cuanto a la estabilidad agroecosistémica del modelo. Ello es extrapolable a toda la Cuenca del Plata.

La extracción de estos “intangibles ambientales” (que se van con los granos) y por otra parte, la pérdida de nutrientes (que se van con la erosión hídrica y eólica), afectarán en forma directa la estabilidad del propio sistema como tal, y la geopolítica del territorio transformado. Ello desemboca en una coyuntura poco y pobremente revisada por los responsables de políticas públicas rurales, ambientales y sociales, quienes solo se concentran en el lucro inmediato, sin analizar en profundidad los impactos generados”(Pengue, 2017).

Zuberman calcula que la exportación de nutrientes sólo a partir de suelo virtual desde 1970 a 2016 es superior a los 50.000 millones de U$S, aunque aclara que es una simplificación, ya que los costos ambientales y por otros motivos son mucho mayores. 

“En ese sentido la exportación de nutrientes no solo es una deuda con las generaciones futuras, sino que es parte de la deuda ecológica que, a nivel global, continúan contrayendo los países del norte a costa de la importación infravalorada de recursos naturales de los países del sur. Aportes como este sirven para comenzar a contar con estimaciones que cuantifiquen los déficits nutricionales del suelo así como para referenciar la subestimación con la que se gestiona el soporte natural que sostiene gran parte de la base de nuestra economía monetaria” (Zuberman, 2019).

Y es un concepto muy interesante, ya que los daños ambientales no pueden calcularse. La pérdida de biodiversidad es irreversible. ¿Cómo podríamos convertir una extinción a valores monetarios? No es coherente aplicarle una visión mercantilista. ¿Cuánto sale remediar un río? El investigador Adonis Giorgi, calculó este valor para la remediación del Río Luján, en base a parámetros denominados BOD (Demanda bioquímica de oxígeno) y COD (Demanda química de Oxígeno), y arrojó un costo de entre 150.000 a 400.000 millones de U$S por año, si se mantuviera el nivel de efluentes al año de publicación (Giorgi, 2001). Imaginemos cuánto podría salir remediar un río más grande como el Uruguay, o el Paraná. En este sentido, investigadores de la Universidad de la Plata encontraron contaminaciones por glifosato y su metabolito AMPA en diferentes muestreos en la cuenca del Paraná y sus afluentes. Los mayores niveles, tanto de glifosato como de AMPA, se encontraron en sedimentos de muestras de tributarios de la cuenca media y baja, que atraviesan zonas agrícolas, y sobre todo en las muestras del Río Luján con 3 y 5 mg/Kg de sedimento de glifosato y AMPA, respectivamente (Ronco y col. 2016). Este trabajo desmiente una de las publicidades engañosas que decía que se metabolizaba y se inactivaba rápidamente, pero acá vemos que se acumula en sedimentos. La empresa Monsanto incluso llegó a hacer una publicidad en la que un hombre de traje tenía la cabeza enterrada en el suelo, e invitaba a otro a fumigar incluso en las zonas en las que hay animales (como su caniche Spike), y niñ@s, remarcando la inocuidad de este herbicida (https://www.youtube.com/watch?v=VRsolvgEQy8). La publicidad engañosa de Monsanto-Bayer y otras empresas, logró introducir el concepto de que el glifosato es de baja toxicidad, y que se biodegrada, pero eso es falso. Al respecto, la persistencia del glifosato es tal, que se acumula en agua de lluvia, al igual que la atrazina (otro herbicida) en zonas de las Provincias de Buenos Aires, Santa Fé, Córdoba y Entre Ríos. La contaminación también está presente en suelos, y se transfiere a distancia a través de la atmósfera (Figura 19) (Alonso y col. 2018).

 

Figura 19. Diagrama de la contaminación por agroquímicos y su transporte atmosférico. Tomado de Alonso y col. 2018. 


Agroquímicos en suelos

El glifosato además tiene capacidad de adsorción en suelos, lo que le permite mantenerse de forma persistente, pero por otro lado bajo ciertas condiciones puede desorberse, lixiviar a través del suelo y pasar a contaminar horizontes más profundos (Maitre y col y Dos Santos Afonso en Camino y Aparicio, 2010). Por eso, el agrotóxico está lejos de quedarse en el lugar de siembra, y da lugar a fenómenos de deriva, que es el efecto de desplazamiento de una sustancia (en este caso un pesticida) fuera del blanco. Pero hagámonos la siguiente pregunta ¿La tecnología de OGM resistentes a pesticidas posibilita que a lo largo del tiempo cada vez se usen en menor cantidad? Bueno, en realidad no, la utilización de agrotóxicos viene aumentando sostenidamente a lo largo del tiempo, al punto que en las últimas dos décadas, la utilización de pesticidas aumentó el 900% ó más (Etchegoyen y col. 2017; Moltoni, 2012). Incluso, en la cuenca del Paraná científic@s encontraron la presencia de insecticidas como cipermetrina y clorpirifos en el 100% de las muestras analizadas ya sea de sedimentos, o de sedimentos y agua respectivamente para muestras del año 2.012. También detectaron presencia de endosulfán, heptaclor, DDT, entre otros, muchos de los cuales están prohibidos. La fuente de estos pesticidas es de origen industrial, y las concentraciones observadas de muchos de ellos son tóxicas para la biota acuática (Etchegoyen y col. 2017).

Pero miremos números, y en este aspecto debo decir que es difícil encontrar cifras sobre pesticidas. No encontré cifras oficiales actuales, de la Argentina, ni tampoco en la CASAFE (Cámara Argentina de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes), que nuclea a la mayor parte de las empresas, cuyo último informe que incluye números sobre pesticidas en la página, es de 2014, con un total de 304 millones de litros/Kg. En 2016 habla de un aumento del 13% respecto de los datos de 2015, pero sin dar números. Es notorio como sí es fácil encontrar información sobre fertilizantes, pero no sobre pesticidas (y eso que los busqué también como “fitosanitarios”). Así que vamos a utilizar los datos del año 2012-2014, publicados por Moltoni y col.




Figura 20. Utilización de pesticidas entre el año 1998 y 2011, Tomada de Moltoni 2012, en base a datos de CASAFE, 2012. Esta misma tendencia al aumento en el uso de agroquímicos también se observa a nivel mundial (Moltoni y Duro, 2014). 



 

Figura 21. Área sembrada y mercado de agrotóxicos o “fitosanitarios”. Tomada de Moltoni y Duro, 2014, ) 


Es interesante el análisis que hacen l@s autores respecto del aumento del uso de agrotóxicos, del gráfico de la figura 20 y 21 ya que habla de un aumento del 155% en el uso de agroquímicos entre 2000 y 2012, pero con un aumento de la superficie del 52%. Eso significa que para el año 2.000 se usaban 6 Kg/Hectárea, mientras que en 2012 se pasaron a 10 Kg/Hectárea. Es decir que independientemente del aumento de la superficie sembrada no se verifica que el uso de agroquímicos haya disminuido, sino más bien lo contrario. Remarcan 3 posibles causas para semejante aumento además del aumento de la superficie sembrada: la siembra directa, que utiliza barbecho químico, la utilización de la soja RR, que requiere de mayor uso de agroquímicos, y la aparición de malezas resistentes (Moltoni y Duro, 2014; Moltoni, 2012). Esto al menos hasta el año 2.012. 

Por suerte, Naturaleza de Derechos, ONG que enaltece al derecho ambiental, lograron mediante su praxis jurídica en defensa del medioambiente, acceder a los datos de los años 2.014 a 2.018 sobre uso de agrotóxicos a partir de números que CASAFE tuvo que entregar. Dicha cámara, nuclea alrededor del 80-85% del mercado, por lo que a los datos hay que sumarle un 15% faltante, correspondiente a otros productores. En la Figura 22 pueden observarse las cantidades de litros-Kg de agrotóxicos totales, y de litro-Kg por persona para una población estimada de 44 millones de habitantes (Cabaleiro, 2019). 


 

Figura 22. Consumo de agrotóxicos por persona. Tomado de Cabaleiro, 2019. http://www.biodiversidadla.org/Documentos/En-la-Argentina-se-utilizan-mas-de-500-millones-de-litros-kilos-de-agrotoxicos-por-ano


¿Y la Erosión?

Bueno, no se utilizan menos agroquímicos, ¿pero qué pasa con la erosión? 

El método de siembra directa, es decir sin labranza, y manteniendo los rastrojos en el suelo, surgió como un intento de mejora de la erosión provocada por la labranza de la tierra con arado. 

Castilla (2013) explicaba las ventajas de la siembra directa sobre la labranza por arado respecto de la erosión de la siguiente manera:

“Al evitar remover la tierra se garantiza una menor oxidación de la materia orgánica y una mayor estabilidad de los agregados del suelo; al conservar su bioporosidad, los canales generados por las lombrices y las raíces son más estables y permiten mayor ingreso de agua al perfil. Al mismo tiempo, la densa cobertura de rastrojos presente en la superficie protege al suelo del impacto de las gotas de lluvia, reduce el escurrimiento del agua y amplía el tiempo de permanencia sobre los residuos para una mejor infiltración” (Castilla (2013).

En otro estudio en la Provincia de Buenos Aires para siembra directa de girasol-trigo, observaron que esta práctica reducía la pérdida de materia orgánica en los primeros 5 cm de suelo, y mejoraba la porosidad respecto del arado. La metodología no mencionaba si había uso o no de agroquímicos (Galantini y col. 2006). Sin embargo no debemos olvidar que en nuestro país, buena parte de la siembra directa utiliza enormes cantidades de agroquímicos, y que además para reducir esa erosión debe haber una adecuada rotación de cultivos. El monocultivo en general, así como el cultivo de soja no cumple con esa ventaja de una menor erosión que brinda la protección de los rastrojos en otros cultivos: En el artículo de Castilla, anteriormente mencionado se puede leer lo siguiente:

“De acuerdo con el director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA, Roberto Casas, la falta de cobertura anual del suelo con ese cultivo se debe a que “la soja aporta un rastrojo rico en nitrógeno que se descompone rápidamente y deja al suelo expuesto a la acción erosiva, lo que es preocupante porque se pierde, aproximadamente, un 0,1 por ciento de materia orgánica por cada centímetro de suelo degradado” (Castilla, 2013).

Pero en la práctica, y a pesar de ciertas ventajas de la siembra directa, y de que cerca del 90% de la agricultura en Argentina se haga de esta manera (Nocelli Pac, 2018), el proceso erosivo sobre las tierras en el país aumentó como nunca: 

“(...)un 37.5 % del territorio (unos 105 millones de hectáreas) está afectado por procesos de erosión hídrica y eólica, que movilizan a su vez, millones de toneladas de nutrientes.

En el último cuarto de siglo, fue la erosión hídrica la que más creció, pasando de

30 a 64,6 millones de hectáreas, lo que significa por otra parte, que la erosión eólica está alcanzando ya los 41 millones de hectáreas. Ambos procesos, son disparados especialmente por cuestiones antrópicas.

A su vez, las regiones áridas y semiáridas del país, que cubren alrededor del 75%, albergan ecosistemas frágiles, vulnerables a la desertificación. Un 10% de la superficie de estas regiones, que abarcan el oeste y sur del territorio nacional, se ve afectado por una desertificación clasificada como muy grave, mientras que en un 60% ésta es de moderada a grave, a causa del pastoreo excesivo y el sobreuso de los recursos naturales” (Pengue, 2017).

El autor remarca que el abandono de las rotaciones agrícolo-ganaderas para pasar a monocultivos fue una de las principales, causas de este aumento de la erosión, así como el corrimiento de la frontera agropecuaria, tanto agriculturización como pampeanización, los desmontes, y la geofagia para alimentar el consumo de las ciudades. 

“El desmonte de los bosques secos, el sobrepastoreo extensivo de bovinos, ovinos y caprinos y el uso del fuego sobre las formaciones del monte y el espinal, han provocado la destrucción de la cubierta vegetal con incremento de los procesos de erosión y desertificación. La expansión de la frontera agropecuaria a zonas marginales de fragilidad ecológica ha ocasionado la degradación de los recursos naturales, con pérdidas cuantiosas de biodiversidad” (Pengue, 2017).

Pero lo más valioso del libro “El Vaciamiento de las Pampas”, radica en el análisis de la pérdida de nutrientes de los suelos, aún a pesar de la enorme cantidad de fertilizantes sintéticos que se utilizan, que están llevando al agotamiento de los mejores suelos agrícolas del planeta, y que caracteriza como una “anemia de nutrientes” del modelo agroexportador argentino. También hace un análisis de la integración de las cadenas, por las cuales la fertilización artificial genera déficits de ciertos nutrientes en los suelos, pero excesos en otros lugares. Un ejemplo de exceso es el de nitrógeno, que por vía de la lixiviación pasa a contaminar cursos de agua. Pero además la fertilización sintética también puede llevar a la contaminación de la tierra con metales pesados que acompañan sus formulaciones como el Cadmio y arsénico, entre otros (Gimeno-García y col. 2001).

Son varios los autores que realizaron trabajos al respecto. Cruzate y Casas 2009 calculaban para la campaña del año 2006/2007 un balance de nutrientes negativos para la agricultura argentina para Nitrógeno (N), Fósforo (P), potasio (K) y azufre (S), con reposiciones de apenas el 34,2% de los nutrientes exportados.

Y concluían lo siguiente: “En términos generales, el balance negativo de nutrientes del suelo se debe a las bajas tasas de reposición, lo cual determina un creciente empobrecimiento en N, P, K, S, Ca y B. Se debe considerar que además de los nutrientes estudiados en el presente trabajo, los cultivos necesitan otros elementos suministrados por el suelo que también son exportados en los granos en distintas cantidades. Por otra parte, el germoplasma y las tecnologías empleadas en la agricultura moderna de alta producción incrementan continuamente los rendimientos de los cultivos y, con ello, la tasa de extracción de nutrientes del suelo” (Cruzate y Casas, 2009).

“Entre 1970 y 2015, solo considerando el cultivo de soja que representa prácticamente el 95 % de toda su producción exportable, Argentina exportó casi 60.000.000 de toneladas de nutrientes (N, P, K, Ca, Mg, S, Bo, Cl, Cu, Fe, Mn, Mo y Zn). Se exportaron casi 6.000.000 de toneladas de fósforo, cuya movilidad y disponibilidad es muy limitada en el país” (Figura 23)(Pengue, 2017).


 Figura 23. Exportación de algunos nutrientes (S, Mg, Ca, K, P y N) que se van con las exportaciones agrícolas. 


Los suelos se van empobreciendo en nutrientes, ya que l@s productores agropecuari@s no van reponiendo estos intangibles que se van con cada cosecha. Incluso en campos en los que existe reposición, ésta muchas veces no alcanza a compensar lo perdido. Entre 1990 y 2014 la aplicación de fertilizantes aumentó más de 10 veces (de 300 millones de litros-Kg a 3122 millones de litros-Kg) (Figura 24). Tengamos en cuenta que muchos de esos fertilizantes son importados, es decir que al impacto propio, habría que agregarles el costo de movilizarlos desde otras partes del mundo, y toda la infraestructura portuaria necesaria para este fin.

Y es que la aplicación de un fertilizante sintético no necesariamente garantiza la movilidad para que sea accesible para la planta. En la figura 25 podemos ver el ciclo del nitrógeno, y cómo se interconvierte entre las diferentes formas, desde el Nitrógeno gaseoso (N2) presente en el aire pasando por amonio (NH4+), nitritos (NO2-),nitratos (NO3-), y otras formas, incluyendo gases de efecto invernadero como N2O (uno de los peores). La soja al igual que otras leguminosas tiene una simbiosis con bacterias fijadoras de nitrógeno del género Rhizobium, que transforma el nitrógeno gaseoso en formas asimilables por la planta como el amonio.



Figura 24. Consumo de fertilizantes 1990-2014. Fuente: Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y Agroquímicos. Ciafa, 2014. https://www.ciafa.org.ar/files/Cq6VGxTCNXAwGuMVaGKArCBEiUMxZq7ecTM0yO2R.pdf


 

Figura 25. Ciclo del nitrógeno. http://web.ecologia.unam.mx/oikos3.0/images/16/05Fig02.jpg


El fósforo es un elemento que si bien puede estar presente en diferentes cantidades, en muchos casos existe en buena parte en su forma insoluble, formando complejos con hierro, aluminio, calcio, etc. Mediante la simbiosis con hongos presentes en la rizosfera de las plantas, algunas plantas pueden aumentar la absorción de fósforo, ya que estos organismos lo pasan de la forma insoluble a la forma biodisponible (Elias y col. 2016). También algunas bacterias presentes en la rizosfera poseen esta habilidad (Park y col.2009). La soja presenta alta capacidad de solubilizar fosfatos a través de microorganismos de su rizosfera, aunque la mayor parte del fosfato absorbido por este cultivo, va a los granos, que son lo que se cosecha (Fernández López y Ferraris, 2007, Pengue 2017). El exceso de fósforo al igual que el de nitrógeno aportado por fertilizantes, plaguicidas (al igual que por excrementos de feed lots), va hacia cursos de agua superficiales y subterráneos, y contribuye a la eutrofización de los mismos, con el crecimiento de algas que disminuyen la concentración de oxígeno en el agua y deterioran la calidad de dichos arroyos (Espósito y col. 2016). Existen metodologías para medir la vulnerabilidad de los cursos de agua como acuíferos. Por ejemplo el Acuífero Pampeano tiene una vulnerabilidad moderada en época de sequías, y una vulnerabilidad mayor en épocas de lluvia (Reynoso y col. 2005). 

Científicos determinaron un el balance de nutrientes en la campaña 2010/2011 para los principales cultivos. Observaron una serie de datos muy interesantes como por ejemplo una escasísima reposición del potasio, de sólo el 6%, y otras reposiciones que iban desde el 39 al 64%, con una media del 35% (Tabla 2). Mencionaba además de que el Mg y los micronutrientes prácticamente no se reponían. Esa cantidad de nutrientes se pierde de los suelos, y se exporta como suelo virtual. Los autores calcularon cuánto era el costo de reponer solamente esos 5 nutrientes, y a valores en U$S daba 3 629 265 000 (Cruzate y Casas, 2012). Es decir que ese es el subsidio que la sociedad le hace a l@s productores al hacer un uso insustentable de la tierra. Los autores mencionaban incluso que en Santa Fé existían casos en los que se observaba pérdida de materia orgánica (el carbono, no está considerado dentro del balance de la tabla 2 en este caso). El trabajo no contempla otros intangibles ambientales que existen (como agua virtual, contaminantes), que son difíciles de calcular, y que deberían tenerse en cuenta a la hora de decidir si el modelo sojero beneficia a la sociedad. Al final vendrían a ser algo así como un@s “soji-planer@s”.

Tabla 2.Balance de nutrientes para Argentina en la campaña 2010/2011. Tomado de Cruzate y Casas, 2012. 


Es decir que los fertilizantes sintéticos en monocultivos, además de ser extremadamente costosos económicamente, no alcanzan a reponer los nutrientes perdidos por el suelo. Se abandonaron buenas prácticas, se simplificaron los agroecosistemas, y se eliminaron las rotaciones agrícolo-ganaderas, que aportaban abono orgánico a través de la bosta animal. Además, algunos fertilizantes como el potasio se obtienen a través de la minería con graves impactos para el medioambiente. La asamblea de Esquel publicaba en en 2018 su blog No a la mina,  la noticia del interés de empresas chinas por reflotar el proyecto Potasio Río Colorado para abastecer a la agricultura industrial. https://noalamina.org/argentina/mendoza/item/42225-intentan-rescatar-el-megaproyecto-potasio-rio-colorado-con-una-empresa-china 

Cabe aclarar, que la ex-concesionaria de la empresa minera era la multinacional Vale, responsable de la catástrofe del Río Doce (Dulce) en Minas Gerais, Brasil, que exterminó la biodiversidad del Río con daños irreparables. 

https://www.bbc.com/news/world-latin-america-34892237



Volvamos a la fertilidad de los suelos

Pero volviendo a la fertilidad de los suelos, la materia orgánica  se descompone por la fauna y los microorganismos, a través del mecanismo llamado biodegradación. Este proceso, genera una liberación más lenta de minerales que la fertilización sintética.

“La materia orgánica cumple un rol muy importante en las propiedades físicas, químicas y biológicas de los suelos. Mejora la agregación y estabilidad del suelo reduciendo la susceptibilidad a la escorrentía y erosión. Aumenta la capacidad de retención de humedad de los suelos, particularmente en aquellos de textura arenosa.

(...) En la mineralización de la materia orgánica se liberan cantidades apreciables de nitrógeno, azufre, fósforo y algunos micronutrientes esenciales para el crecimiento y producción de las plantas. Esta liberación es relativamente lenta y evita fuertes pérdidas de nutrimentos por lavado, como ocurre con los fertilizantes comerciales de alta solubilidad. Algunos óxidos amorfos en el suelo pueden formar complejos con la materia orgánica disminuyendo la fijación del fósforo hacia formas no aprovechables por las plantas.

A pesar de todos los efectos beneficiosos de la materia orgánica en los suelos, su uso generalmente es relegado a un segundo plano ya que muchas de las prácticas agronómicas optan en mayor medida por la fertilización sintética de los suelos, en vez de realizar el manejo sostenible de los mismos a través de sistemas de rotaciones agrícola-ganaderas, manejo agrosilvopastoril y prácticas agroecológicas, que permitan mejorar las condiciones de base de un recurso vital para el sostenimiento de la producción” (Pengue,2017).


Además existen otras ventajas de la reducción del uso de fertilizantes sintéticos. Altieri y Nicholls explican cómo “las prácticas de fertilización pueden tener efectos indirectos en la resistencia de plantas a los insectos plaga, al cambiar la composición de nutrientes en el cultivo”. Y describen un trabajo de revisión, en el que sugieren que:

”altas dosis de nitrógeno puede resultar en altos niveles de daño por herbívoros en los cultivos. Como corolario, podría esperarse que cultivos bajo fertilización orgánica serían menos propensos a los insectos plagas y enfermedades, dadas las menores concentraciones de Nitrógeno en el tejido de estas plantas”( Altieri y Nichols, 2007).

La conversión agroecológica, permite mejorar los niveles de fertilidad en el suelo, así como reducir la aparición de plagas.

“Esta conversión se logra enfatizando dos pilares agroecológicos claves: la mejora de la calidad del suelo y la diversificación del agroecosistema, ya que la integridad del agroecosistema depende de las sinergias entre la diversidad de plantas y el funcionamiento continuo de la comunidad microbiana del suelo, sustentada por un suelo rico en materia orgánica. (...) Por otro lado un manejo adecuado de la biodiversidad por encima del suelo (Ferrosistema), conlleva al establecimiento de la infraestructura necesaria que provee los recursos (polen, néctar, presas alternativas, refugio, etc.) para una optima diversidad y abundancia de enemigos naturales. Estos recursos deben integrarse en el paisaje agrícola de una manera espacial y temporal que sea favorable para los enemigos naturales y, por supuesto, que sea fácil de implementar por los agricultores. El éxito depende de: a) la selección de las especies vegetales más apropiadas, b) la entomofauna asociada a la biodiversidad vegetal, c) la manera como los enemigos naturales responden a la diversificación y d) la escala espacial a la cual operan los efectos reguladores de la manipulación del hábitat” (Altieri y Nichols, 2017).

Y el tema de los “enemigos naturales” es un tema clave, y en este sentido invoquemos al principio de Volterra, de enorme valor ecológico, cuya propiedad principal establece que: un efecto biocida general que actúe tanto en el predador como en la presa, incrementará la abundancia de la población de la presa (Kingsland, 2015; Weisberg y Reischman, 2008). Es decir, que si por ejemplo se fumiga con un insecticida no selectivo, (como los organosfosforados, organoclorados, piretroides y carbamatos, utilizados habitualmente), lo que veríamos es un aumento de la cantidad de individuos de la especie a controlar, debido  a la disminución de sus controladores naturales, y eso es lo que pasa en este caso, así como pasaba en los años 50, cuando los agricultores de California empezaron a usar altas cantidades de DDT para controlar insectos que atacaban los cultivos de algodón, particularmente la cochinilla acanalada (Icerya purchasi), pero el insecticida mató a su predador natural, el coccinelido Rodolia cardinalis, agravando la infestación de los cultivos (Weisberg y Reisman, 2008). 

La efectividad de cualquier pesticida disminuye rápidamente luego de los primeros usos, y las especies a controlar, generalmente se recuperan rápidamente, debido a que suelen reproducirse en mayor cantidad, y eso le da más chances a que aparezcan genes de resistencia. Luego se seleccionarán a los sobrevivientes, generando resistencia a nivel poblacional. Los predadores tienen tasas mucho más lentas de reproducción, y por tal motivo tardarán mucho más en generar resistencia. Esto favorecerá a las presas, que eran las que se buscaba controlar (Braude y Gaskin en Braude y Low, 2010). Por eso mismo, el modelo implica dosis crecientes de insecticidas ya que el problema está en el monocultivo y en la simplificación ecológica que hace la agricultura industrial arrasando hasta el último espacio silvestre. 

Un problema adicional a este modelo industrial es la aparición de “malezas” tolerantes y resistentes. en el artículo sobre el pastizal, en este mismo blog, publicábamos en 2018 una sección titulada: ¡¡En el cielo las estrellas, en el campo las espinas, y en el medio de mi pecho la Connyza resistente!! 

Ahí mencionábamos a nuestra querida yerba carnicera (Connyza bonariensis), también llamada rama negra, y mostrábamos los mapas de tolerancia a herbicidas de la página de AAPRESID (Figura 26). La versión actual, tiene los mismos datos del mapeo de 2017, en el que se pueden ver al menos 15 especies resistentes y unas 6 especies tolerantes a herbicidas. Por este motivo, cada vez se usa una mayor cantidad de herbicidas. 



 

Figura 26. Mapa de "malezas" tolerantes tomado de la página de la asociación de productores de siembra directa (AAPRESID) http://www.aapresid.org.ar/rem/mapa-de-malezas/


Este modelo de agricultura industrial además de todo lo mencionado anteriormente es poco sustentable en términos energéticos, en lo que pengue llama agricultura minera.

"El proyecto de producción agropecuaria en Argentina está orientándose hacia andariveles de una creciente intensificación agroproductiva. Esta intensificación se basa en el aumento del consumo no sólo de energía, sino de materiales, en especial insumos hacia el sector, provenientes de la petroquímica, la minería y la construcción de infraestructura específica” (Pengue, 2017).

En este sentido también tenemos un impacto a partir de las industrias de fabricación de agrotóxicos, y de toda la infraestructura que permite este saqueo (rutas, puertos, etc.). 

Muchas veces los gobiernos ven con buenos ojos que empresas destruyan lugares naturales e históricos para la construcción de “infraestructura”, y como el caso del intento de destrucción de “El Tonelero” en Ramallo, Provincia de Buenos Aires para construir un puerto cerealero. Pero mientras voy tachando el mito de que los OGM permiten utilizar menos agrotóxicos y evitar erosión del suelo, voy a compartirles el testimonio de l@s protagonistas de esta historia relatado por ell@s mism@s. 


¡¡El Tonelero no se Toca!! Por Unidos por La Vida y el Medioambiente (UPVA)

En el año 2013 se comienza la construcción de un galpón en las inmediaciones del paraje conocido como el Tonelero. Informándonos con gente del lugar nos enteramos que la intención del municipio era instalar un puerto, sobre el humedal y sin ningún estudio de impacto ambiental.

El proyecto consistía en la de radicación de un puerto multipropósito de la empresa PTP GROUP Terminales portuarias, encabezado por el empresario Guillermo Missiano. Solicitando más información al municipio averiguamos que dicho galpón figuraba como “estacionamiento” y más adelante pasó a figurar como “depósito de pollos”. Lo que nos alertó de las severas irregularidades que se escondían tras dicho proyecto.

La empresa en cuestión carga con antecedentes poco éticos y una total falta de respeto por el medio ambiente y las normas que lo protegen, así lo documenta la cautelar contra PONAL por parte de vecinos de Quequén, que  es la misma empresa que PTP Group (mismos dueños, mismo domicilio comercial, emprendimiento gemelo, que varían sus nombres muy a menudo).

La zona del Tonelero está en estudio por la Universidad de Luján quien está haciendo un relevamiento histórico desde la zona de Vuelta Obligado hasta Paraje del Tonelero, donde se hicieron algunas excavaciones y hallazgos de piezas que evidenciarían que las batallas del general Mansilla se habrían dado en este lugar.

Si se radicara este puerto, las investigaciones ya no podrían hacerse y se perdería la oportunidad de re visionar nuestra historia. Estamos hablando de una zona virgen y perfectamente apta para la investigación.

Este lugar, además de su riqueza histórica, es un humedal, uno de los pocos que aún se conservan en la zona. Importantísimo por su utilidad en la regulación de crecientes y bajas del río, como moderador del clima y lo más importante: poderoso filtro de agua, imprescindible para actuar como amortiguador del impacto que producen las industrias del parque industrial COMIRSA, que se halla aguas arriba.

 La costa de Ramallo es una zona de Talares de barranca y Delta, categoría I y II.

 La radicación del puerto desplazaría a los vecinos del lugar, algunos de ellos viven de la cría de animales de granja y de la pesca. Muchos de ellos en condiciones de pobreza y cuyo único modo de sustento es éste. ¿Qué sería de ellos si se los traslada a un sitio donde no podrían hallarse luego de toda una vida en una zona tan noble y tranquila? ¿Qué hay de su derecho a elegir dónde quieren vivir?

 Nuestro intendente declara en notas a los medios que los vecinos pueden elegir mudarse o quedarse a vivir al lado del puerto y que todos los sectores pueden convivir, a lo que decimos que no se puede vivir en un lugar donde se trabaja con fertilizantes líquidos, como el nitrato de amonio, material explosivo y sumamente  contaminante para las napas de agua.

 Los puertos automatizados contratan cada vez menos cantidad de mano de obra, en la planta gemela de Quequén – Necochea, trabajan menos de cinco empleados, sólo cuando llegan los barcos para descargar el líquido, por lo que hay que conectar mangueras. Si no hay barcos, se emplea a dos serenos. En otros puertos de nuestra ciudad no trabajan más de 10 personas porque todo se computariza.

En cuanto al canon que paga PTP Group al municipio, el HCD aprobó que sea por mil quinientos pesos mensuales mientras dure la construcción, y tres mil pesos durante veinte años que es lo que dura la concesión del mismo. Luego de esto, el municipio deberá hacerse cargo del dragado anual y mantenimiento del puerto, ya que el lugar no es un puerto natural, que al día de hoy tiene un costo aproximado de 5 millones de pesos.

Dicho proyecto ya se comienza con su acopio de fertilizantes Líquidos y sólidos a la vera del Arroyo Marconi, con los peligros que ello conlleva si se generaran pérdidas, filtraciones, etc, que es una posibilidad muy alta dado lo corrosivo del material acopiado. Los fertilizantes, si llegan a verterse en las aguas de cualquier arroyo o curso de agua provocarían la aniquilación de la fauna, ya que sólo 4 mg es mortal para los peces. Estaríamos permitiendo la extinción de parte de nuestro medio ambiente.

Este acopio al que nos referimos, que no posee ninguna identificación a la vista, carece de algunos de los pasos necesarios para que comience a operar.

Uno de ellos es la zonificación industrial, ya que sólo cuenta con una zonificación declarada por el concejo deliberante de Ramallo, pero al ser una empresa de categoría III necesita la homologación de la provincia, como tampoco posee impacto ambiental del OPDS ni del ADA, es una empresa fantasma que está operando sin ningún tipo de control ni habilitación.

Creemos que se había dado un buen paso en reconocer y revalorizar el lugar cuando fue aprobado el proyecto que declaraba Sitio de Interés Histórico Provincial definitivamente incorporado al Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires al Pasaje “El Tonelero”, ubicado en el Partido de Ramallo, pero el ejecutivo municipal se encargó de vetar junto con el gobernador de la provincia Daniel Scioli, para que esto no suceda. Es por eso, que nos auto convocamos en defensa de la memoria de quienes defendieron la soberanía, y que sin dudas marcaron nuestra identidad como pueblo.

Fue así que comenzamos a dirigirnos con nuestras denuncias a la defensoría del Pueblo, al OPDS, sin obtener respuesta alguna.

Organizamos marchas, protestas, cortes de ruta, repartimos volantes y elaboramos la página de facebook llamada El Tonelero no se toca, todo con el fin de que los ciudadanos visualicen el problema. 

En dichas movidas e investigando pudimos descubrir que el emprendimiento no podía instalarse ya que toda esa área figura como zona rural, nunca se hizo ningún cambio en el código de ordenamiento urbano y territorial (COUT). Y tampoco se llamaron a audiencias públicas.

En base a estos hechos el municipio decide hacer modificaciones en el COUT para poder avanzar con el proyecto. Dichos cambios fueron realizados por concejales “a ojo”, sin consultar a ningún profesional ni a los ciudadanos.

También se llama a audiencias públicas donde los directivos de la empresa no se presentaron para exponer su proyecto. Dicho COUT es presentado y aprobado por el concejo deliberante y elevado a la provincia para su homologación. En base a las irregularidades presentadas en el nuevo COUT, enviamos nuestra oposición a los entes gubernamentales correspondientes. Gracias a estas oposiciones, la provincia rechaza su homologación en más de una ocasión.

El último rechazo por parte del gobierno provincial fue en el año 2018, donde marca que las tierras que el municipio le concesiona a PTP, son terrenos aluvionales, por ende pertenecen a la provincia y el municipio no puede concesionarlas.

No obstante, lejos de verlo como una victoria definitiva, se abre un nuevo capítulo, ya que el nuevo intendente Gustavo Perié quiere avanzar nuevamente con un nuevo COUT para que se pueda concretar el proyecto de PTP, que dicho de paso nunca dejó de operar, haciéndolo de manera ilegal.



Video 4. Sobre El Tonelero. 

https://www.youtube.com/watch?v=Gj3BksyVigs


 

 Continuará...

La parte 2 está en:
https://jardin-nativo.blogspot.com/2020/08/ogm-transgenicos-y-otras-yerbas-parte-2.html
 


 
 

 



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4 comentarios:

  1. Acabo de terminar el capítulo uno, y es simplemente fascinante tu trabajo. Nunca supe el hecho de que los alimentos suben tanto por especulaciones con números ridículos, muchas veces hechas por una inteligencia artificial.

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    1. ¿Viste? Es de no creer. Caparrós en su libro El Hambre le dedica buena parte a este tema y al acaparamiento de tierras en Madagascar. Hace unos meses había encontrado un artículo que mostraba un gráfico con la fluctuación del precio de los alimentos y distintas catástrofes humanitarias en diferentes países de África. Lamentablemente le perdí el rastro para incluirlo en esta publicación.

      Saludos, gracias por los comentarios.
      Alejandro.

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  2. Voy casi por la mitad (al inicio del interrogante de la agroecología), y me resurge la duda, ¿Hay una manera posible de acabar con la agricultura y ganadería industrial como forma primara de subsistencia del país? Creo que con más de un siglo esta interrogante debería estar totalmente liquidada.

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